La tarde del martes 5 de diciem-bre, víspera del puente de la Constitución, fue atareada en la sede del Ministerio de Educación (MEC), que escogió ese momento para llegar al enésimo acuerdo, en el último periodo, con la Conferencia Episcopal. Esta vez en relación a la asignatura de religión.
El gobierno del PSOE no está cumpliendo con sus promesas electorales y está capitulando de una forma escandalosa ante las exigencias de los obispos, recuperando, con respecto a la asignatura de religión, los aspectos más reaccionarios que el PP incluía en su Ley de "calidad".
Además, hay que señalar que esta concesión a la jerarquía eclesiástica es un paso más que se añade al acuerdo al que el gobierno llegó con ellos recientemente en materia de financiación, ahondando en la inyección de millones de euros de las arcas públicas a las de los obispos.

Podremos elegir:
‘religión' o ‘religión'

Tras el acuerdo con los obispos el MEC emitió un comunicado con el engañoso título "La religión será voluntaria".
El MEC quiere ocultar las tremendas concesiones que hacen a los obispos. En realidad, la religión será evaluable en la enseñanza secundaria y contará para repetir curso. Por si fuera poco, han complacido a los obispos anunciado la creación de una asignatura ladrillo, basada en la alternativa que proponía la derecha en la LOCE, a la que en su día el PSOE se opuso, y que en la práctica será también religión. La única función de esta falsa alternativa será hacer que los estudiantes se vean obligados a cursar la asignatura de religión, que tradicionalmente ha sido una maría que sólo sirve para transmitir adoctrinamiento católico reaccionario, pero que aprueba todo el mundo.
La nueva opción que plantea el MEC es la de no cursar ninguna de las dos asignaturas, algo que puede sonar muy bien, pero que en la práctica caerá en desuso por las complicaciones que trae a los propios centros y porque muchos padres preferirán que sus hijos cursen alguna de las dos asignaturas antes de que no tengan nada que hacer.
El gobierno está siendo cómplice de la barbarie que supone que la Iglesia católica siga planteando, dentro de los centros de estudio, sus posturas reaccionarias con los métodos anticonceptivos (rechazando el uso del preservativo), con los homosexuales (calificándoles de "enfermos") y en tantos otros temas. Una educación pública de calidad exige que la religión esté fuera del ámbito académico.

Café para todos

Además, el MEC, al rechazar enfrentarse a la jerarquía eclesiástica en sus exigencias histéricas y no sacar la religión de las aulas, ha caído en la política del "café para todos", haciendo que otras religiones, aparte de la católica, entren dentro de las aulas, y llegando a acuerdos con otras confesiones religiosas. El gobierno debería derogar de inmediato los acuerdos con el Vaticano, pero por el contrario, los utiliza como excusa una y otra vez para afirmar que tienen las manos atadas y que "no pueden hacer nada". Como recogía recientemente El País (06-12-06) un ex alto cargo socialista ha dicho: "los gobiernos deben saber que a los obispos les das un pedazo y lo exigen entero". De no ser porque al gobierno ya no le quedan pedazos de tantos que les han dado, esta frase sería realmente acertada.

Las cifras de matriculados en religión descienden
año a año

De todas formas, el interés desmedido de los obispos en tener una posición privilegiada de la asignatura de adoctrinamiento católico dentro de las aulas no es casual. Las cifras, que tanto el gobierno como la jerarquía eclesiástica ocultan, hablan por sí mismas y son poco esperanzadoras para la Conferencia Episcopal: una encuesta del Instituto de la Juventud afirma que sólo el 14,2 % de los jóvenes de entre 14 y 29 años se declara católico practicante. Además, en los cursos más altos, los matriculados en religión son cada vez menos: en bachillerato se ha pasado de un 57,5% de matriculados en religión a sólo un 39,8% actual en tan sólo una década, según datos de la propia Conferencia Episcopal (El País, 22-02-06). Esto, contrasta con la cobardía, el sometimiento y la servidumbre del gobierno del PSOE, que sólo tendría que mover un dedo para corregir una situación aberrante, que pervive anquilosada en nuestro sistema educativo como herencia del franquismo.


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