Portugal está en crisis y van casi siete años. Esto se refleja no sólo en los raquíticos índices de crecimiento del PIB (siempre por debajo de la media europea, registrando incluso crecimientos negativos) sino también en el creciente aumento del desempleo, que probablemente alcanza más del 10%, y en la explosión de la precariedad, que ya afecta a la mitad de los trabajadores de menos de 35 años.

Portugal está en crisis y van casi siete años. Esto se refleja no sólo en los raquíticos índices de crecimiento del PIB (siempre por debajo de la media europea, registrando incluso crecimientos negativos) sino también en el creciente aumento del desempleo, que probablemente alcanza más del 10%, y en la explosión de la precariedad, que ya afecta a la mitad de los trabajadores de menos de 35 años.

Consecuentemente, después de la revisión del Código del Trabajo realizado por la derecha hace cinco años, está ahora en marcha, por iniciativa del gobierno socialista, una nueva ofensiva contra los derechos de los trabajadores y de su capacidad de organización sindical bajo la forma de flexi-seguridad, que fue justamente bautizada por el movimiento obrero como flexi-despido. La ofensiva se refleja, también en la congelación de los salarios y la consecuente pérdida del poder de compra de la clase obrera: el año pasado se produjo la mayor caída de los últimos veinte años. El coste de vida no ha parado de aumentar.
Igualmente, el Estado de bienestar ha estado sometido a un intenso ataque: aumento de la edad de jubilación, elitización de la enseñanza, privatización de la salud, degradación de la Seguridad Social... Es un nunca acabar de recortes y ataques, en un contexto en el que uno de cada cuatro portugueses viven por debajo del índice de pobreza.
Paralelamente a este empeoramiento de las condiciones de vida de las masas asistimos a la orgía de beneficios de los grandes capitalistas, llevándose la palma el sector financiero (banca, seguros, Bolsa de Valores...) cuyos beneficios aumentaron un 37% en el último año. La remuneración media de los administradores de las empresas cotizadas en bolsa se ha triplicado en los últimos años. Cada administrador del Banco Comercial Portugués recibe anualmente tres millones de euros, cuando el salario mínimo no llega a los 400 euros mensuales. Portugal es el país de la Unión Europea con más asimetrías sociales.
Las protestas se extienden

Como es evidente, la "receta" capitalista para "vencer" la crisis ha tenido la virtud de radicalizar a la clase trabajadora. En líneas generales, el gobierno socialista (que dispone de una mayoría sólida en el parlamento) ha seguido los parámetros establecidos por la derecha entre 2002 y 2005 (cuando fue desalojada del poder, con la convocatoria de elecciones anticipadas). Durante los primeros 18 meses de gobierno socialista, la clase obrera, resignada, aceptó la continuación de los sacrificios de una crisis agravada por las políticas financieras que el Banco Central Europeo impuso. Pero en los 18 meses siguientes, los trabajadores han dicho "basta" con una amplitud cada vez mayor.
En efecto, se han sucedido luchas y protestas que no se veían hace más de veinte años, desde los tiempos difíciles de la "normalización" que siguió a la derrota de la Revolución de los Claveles. En el último año se produjo la huelga general del 30 de mayo de 2007, la manifestación sindical con más de 200.000 trabajadores durante la cumbre europea de Lisboa del 18 de abril de ese mismo año y, más recientemente la manifestación de los profesores, el 8 de marzo de 2008, con cerca de 100.000 participantes (¡estuvieron allí dos de cada tres profesores existentes!).
A pesar de carecer de una alternativa al sistema capitalista, por las raíces que posee en el seno del movimiento obrero y popular, el Partido Comunista ha experimentado un fortalecimiento constatable en la manifestación comunista realizada hace pocas semanas en Lisboa, que contó con la participación de 50.000 militantes. Ha sido otra desmostración  inequívoca del espíritu de combatividad existente en el seno de la clase obrera.

Perspectivas futuras

En trazos generales, la crisis que Portugal conoció en los últimos años está lejos de haber terminado. Con alzas y bajas, variaciones diversas, los próximos años conocerán una agudización de los conflictos y la consecuente radicalización de la clase trabajadora.
Otro hecho significativo, por la amplitud de protestas registradas y por la presión ejercida por la base, ha sido la cristalización de un "ala izquierda" del PS en torno al diputado y poeta socialista Manuel Alegre. Ya en 2006, habiéndose presentado sin el apoyo del partido, que tenía su candidato oficial, obtuvo el 20% de los votos en las elecciones presidenciales, quedando por delante de Mario Soares, el fundador del PS portugués. Alegre no tiene una idea clara de lo que quiere (más allá de un regreso a los "buenos viejos tiempos" del Estado providencia), pero ha capitalizado el descontento que se extiende en la base social del PS.
Aún así, todo esto no es más que un pálido reflejo de las profundas convulsiones y transformaciones que las organizaciones tradicionales de la clase trabajadora, de sus sindicatos y partidos, conocerán con el regreso de la lucha obrera en el centro del palco de la historia, en Portugal y en todo el mundo.


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