Cuando este documento estaba listo para imprimirse la prensa internacional dio a conocer la medida tomada por el gobierno cubano de prohibir la circulación del dólar en efectivo en el país, estableciendo un plazo (el último el 14 de noviembre) para canjear el dólar por un peso especial, respaldado por divisas.

Creemos que la medida no invalida para nada el análisis del texto del documento. En realidad es una confirmación de todas las distorsiones que el dólar estaba provocando en la economía planificada y en la sociedad cubana. Aunque la medida está relacionada con la creciente hostilidad del gobierno de Bush, al prohibir los depósitos bancarios cubanos en dólares en cuentas extranjeras, parece claro que tiene una clara vertiente interna.

El propio artículo publicado en El País (8/11/2004) en el que se hace eco de la noticia dice lo siguiente: "Pero a la par que la reactivación económica, los dólares trajeron a Cuba contaminación y desigualdades, un verdadero cáncer para un sistema basado en el igualitarismo. Ello sin contar con las perversiones económicas causada por la dualidad de las monedas".

El artículo también se hacía eco de las palabras de un académico: "Por un lado estaba el dólar, moneda fuerte, emitida por un banco extranjero, que entraba libremente al mercado y sobre el que no se tenía ningún control. Por otro lado, los pesos cubanos, de escaso valor adquisitivo, en que se nos paga el salario". Según el artículo, "él y muchos economistas cubanos desde hace tiempo, defendían la necesidad de recuperar el control sobre la moneda extranjera".

Otro hecho significativo fue la destitución fulminante, a mediados de octubre, del ministro de Industria por el mismo Fidel Castro. La explicación oficial de la medida fueron los errores del ministro en la gestión de la red eléctrica, que provocaron numerosos apagones en la Isla en el último período. Sin embargo, en una nota de El País (15/10/2004) se señala que el ministro "era muy bien valorado por los inversores extranjeros". Un empresario español con intereses en Cuba comenta que "las empresas bajo su mando funcionaban bien, con criterios de eficiencia homologables a los de cualquier otro lugar del mundo. Es una gran pérdida".

También ese episodio confirma las tensiones internas, que expresan tensiones de clase, señaladas en el documento y redunda en la necesidad de establecer un genuino control de la economía y del Estado por parte de los trabajadores. Las medidas por arriba no son suficientes, la corrupción y el peligro de la contrarrevolución se deben combatir con la democracia obrera, con la participación y el control desde abajo; y el creciente hostigamiento del imperialismo a la economía cubana -que la reelección de Bush probablemente acentuará aún más- debe ser contestado con la defensa de la revolución socialista en América Latina, particularmente en Venezuela, hoy por hoy situada en la primera línea de fuego de la revolución mundial.

Noviembre de 2004


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