Cada vez que un desastre natural afecta a un país pobre volvemos a escuchar los mismos argumentos sobre la "mala suerte", "estado fallido o fracasado", como si estas calamidades naturales fueran un castigo divino por el mal comportamiento de sus habitantes, como si fuese imposible evitar sus efectos desastrosos. ¿Pero cómo explicar que en 1969 un terremoto de la misma magnitud en California provocara sólo 72 muertos y en Haití cause decenas de miles de muertes? Eso sólo se puede explicar por las diferentes condiciones sociales y económicas, que son un producto de décadas de dominio y ocupación imperialista.

Cada vez que un desastre natural afecta a un país pobre volvemos a escuchar los mismos argumentos sobre la "mala suerte", "estado fallido o fracasado", como si estas calamidades naturales fueran un castigo divino por el mal comportamiento de sus habitantes, como si fuese imposible evitar sus efectos desastrosos. ¿Pero cómo explicar que en 1969 un terremoto de la misma magnitud en California provocara sólo 72 muertos y en Haití cause decenas de miles de muertes? Eso sólo se puede explicar por las diferentes condiciones sociales y económicas, que son un producto de décadas de dominio y ocupación imperialista.

Extrema pobreza

Haití es el país más pobre del hemisferio occidental, aproximadamente el 80% de la población vive en la extrema pobreza, la mayoría no tiene acceso a la electricidad ni al agua potable. La asistencia sanitaria apenas existe, más del 60% de la población no puede acceder a los servicios sanitarios más básicos. Más de dos tercios de la fuerza laboral, un 80%, no tiene un trabajo regular y los afortunados con empleo ganan unos dos dólares diarios. La desigualdad de ingresos es una de las mayores del mundo, el 10% más pobre sólo recibe un 0,7% de la renta, mientras que el 10% más rico recibe el 47,7%.

Como sucede en la aplastante mayoría de los países del llamado Tercer Mundo, la aplicación durante estos últimos veinte años de los programas de ajuste estructural del FMI ha causado un incremento espectacular de la pobreza y la desigualdad social. En 2008 la organización humanitaria Christian Aid publicó un informe en el que explicaba las consecuencias catastróficas de esta política de privatizaciones, liberalización y eliminación de aranceles, Haití pasó de ser un país autosuficiente que satisfacía las necesidades alimentarias de su población, a tener que dedicar actualmente el 80% de sus ingresos por exportaciones a importar alimentos.

La situación de desesperación lleva a que cientos de haitianos cada año intenten cruzar en balsa el canal que separa la isla de EEUU en busca de una vida mejor. Los medios de comunicación y el gobierno norteamericano hacen una estruendosa campaña propagandística con los "balseros" cubanos, obviamente por razones ideológicas, pero no dicen nada de los miles de haitianos y dominicanos que lo intentan cada año. Entre 1995 y 2007 los servicios de guardacostas norteamericanos interceptaron 21.653 "balseros" dominicanos y 17.956 haitianos, frente a los 8.867 cubanos. Muchos de ellos mueren en el intento.

Primera república negra independiente

En 1804 los esclavos haitianos protagonizaron una heroica revolución, encabezada por Toussaint Louverture, que acabó con la esclavitud y convirtió a Haití en la primera república negra que consiguió la independencia, derrotando al todopoderoso ejército napoleónico. Desde ese momento el país se convirtió en un objetivo para las distintas potencias imperialistas, no sólo por su valor económico y situación estratégica, sino porque el triunfo de la revolución era una inspiración para las masas caribeñas, y sobre todo para EEUU ante el temor de que el fervor revolucionario se contagiara a los miles de esclavos del sur esclavista. Desde entonces Haití ha estado sometida constantemente a ocupaciones militares norteamericanas, bloqueos económicos, o las sangrientas dictaduras de los Duvalier, apoyadas y financiadas por EEUU, que causó miles de muertos víctimas de la represión.

La dictadura de los Duvalier fue derribada en 1986 por un movimiento de masas que llevó a la presidencia a Aristide, un ex sacerdote que consiguió un tremendo apoyo de masas prometiendo reformas y con un discurso antiimperialista. Aunque finalmente cedió a las presiones del imperialismo y del FMI, las tímidas reformas que aplicó eran demasiado para la rica elite haitiana y para el imperialismo estadounidense. Organizaron 2 golpes de estado contra Aristide, uno en 1991 y el segundo en 2004, cuando fue expulsado por las tropas norteamericanas. Poco después el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el envío de una fuerza militar formada por 9.000 soldados, dirigida por Brasil.

En 2006 organizaron unas elecciones que fueron ganadas por René Preval, un estrecho colaborador de Aristide. Aunque el imperialismo hizo todo lo que pudo para amañar las elecciones, las masas en las calles finalmente obligaron a reconocer a Preval como vencedor, desde entonces Preval se ha enfrentado a protestas de masas a causa de la subida de los precios de alimentos básicos como el arroz o por el aumento del salario mínimo, actualmente inferior a los 50 dólares mensuales. Además Preval no ha cumplido su principal promesa electoral: permitir el regreso de Aristide.

Los efectos del terremoto

Durante esta última semana todos hemos podido ver en las pantallas de televisión y en las fotografías de los periódicos los terribles efectos de este terremoto, el hecho de que las zonas más afectadas sean los barrios pobres y populares de Puerto Príncipe no obedece al azar, sino que es una consecuencia de que el 75% de las casas en Haití están hechas de estaño y madera, sin ningún tipo de infraestructura. Las casas de los barrios ricos aunque han sufrido destrozos en su mayoría aún están en pie. Por si fuera poco, hoy 20 de enero, un nuevo terremoto ha sacudido a Haití, aunque ya quedan pocas casas que derribar.

El gobierno dice que podrían haber muerto por lo menos 200.000 personas, aunque el ministro de sanidad ha dicho que incluso podría ascender a 500.000, ya han enterrado a más de 70.000 en fosas comunes. Hay más de 250.000 heridos, la mayoría todavía no ha recibido ningún tipo de asistencia sanitaria. Se calcula que 1,5 millones de personas se han quedado sin casa, no hay comida, luz, agua y el personal médico está saturado, no hay medicamentos y los médicos están recurriendo directamente a las amputaciones ante la falta de antibióticos y otro equipamiento médico básico necesario. Pero lo más escandaloso es ver cómo mientras miles de personas literalmente pasan hambre, las grandes potencias se pelean entre sí para ver quién controla la situación y se aprovecha de la destrucción. Esta pelea además está obstaculizando la ayuda

EEUU: operación militar con disfraz humanitario

Como sucedió en Somalia en 1993 (que sufría una terrible hambruna), disfrazada de operación militar humanitaria de rescate, EEUU aprovecha para invadir un país. Ya han llegado 7.500 soldados norteamericanos y faltan otros 12.000. Además el ejército norteamericano controla el aeropuerto de Puerto Príncipe, teóricamente para coordinar la ayuda, pero en la práctica lo utiliza casi exclusivamente para sus aviones, desviando muchos aviones con ayuda procedentes de Francia o Brasil, lo que ha provocado protestas de los respectivos gobiernos. Un portavoz del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, Jarry Emmanuel, explicaba la situación al The New York Times:

"Cada día entran y salen 200 vuelos, una cantidad increíble para un país como Haití, pero la mayoría de los vuelos son del ejército norteamericano... Su prioridad es asegurar el país, la nuestra es la alimentación". También reconoce que el control estadounidense del aeropuerto está provocando dificultades logísticas para la ayuda y el rescate. Según el PMA hasta ahora sólo ha repartido 160.000 raciones nutricionales, "apenas una pequeña fracción de lo que se necesita".

British Times Online explicaba cómo: "Seis días después del seísmo la poca ayuda que ha llegado apenas ha ido más allá del perímetro del aeropuerto". Los haitianos del campamento de Challe se quejaban de que los soldados de la ONU sólo fueron el domingo con unos pocos paquetes de galletas y nada de agua. Como decía uno de los refugiados: "No necesitamos ayuda militar, necesitamos alimentos y cobijo".  

Pero además la poca ayuda que se ha distribuido ha sido gracias a la población que se ha organizado en los barrios para las operaciones de rescate y ayuda. Es tal la indignación que en los barrios levantaron barricadas con los cientos de cadáveres que aún están abandonados en las calles para protestar. Tanto las fuerzas de la ONU como los soldados norteamericanos no han dudado en disparar y reprimir a los haitianos desesperados que buscan alimentos o ayuda.

La situación es explosiva y, acertadamente, todos temen una explosión social. Esa es una de las razones de la presencia militar norteamericana. El ministro de defensa brasileño, Nelson Jobin, explicaba gráficamente la situación a The Time: "La capital de Haití puede rápidamente verse envuelta en disturbios si 3 millones de hambrientos, sedientes y supervivientes traumatizados por el terremoto no reciben pronto ayuda de emergencia".

Los medios de comunicación insisten mucho en los disturbios y saqueos, aunque como explica el portavoz del PMA al The New York Times: "Por ahora la población está bastante tranquila. Ahora vemos los primeros signos de violencia y saqueo". Pero estos incidentes han sido aprovechados por el gobierno para imponer el estado de emergencia, con toques de queda y restricciones de los derechos democráticos, a petición de Hillary Clinton, y ha encargado de su cumplimiento al ejército norteamericano.  

Cuando Obama cínicamente el 14 de enero en su discurso apelaba a "la larga historia que nos une", es evidente a que historia hacía referencia, a la historia de ocupación militar e imperialista del país. La tragedia de Haití es una prueba contundente de lo que representa el capitalismo, un sistema que sitúa por encima de la tragedia y el sufrimiento de la mayoría, el beneficio y los intereses de unos pocos. Ahora todos derraman lágrimas de cocodrilo por los "pobres haitianos" cuando el único responsable de esa situación es el sistema que ellos defienden y representan: el sistema capitalista.  


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