El 20 de agosto Donald Trump ordenaba el despliegue de tres buques de guerra y 4.500 efectivos militares (incluidos 2200 marines) en el Caribe, al límite de aguas territoriales de Venezuela. Desde entonces la amenaza militar no ha hecho más que aumentar, sumando varios barcos más. El 2 de septiembre, violando el derecho internacional, la flota estadounidense atacaba una lancha privada venezolana, asesinando brutalmente a sus 11 ocupantes.

El Gobierno ultraderechista estadounidense y los medios de comunicación justifican este ataque y el despliegue militar frente a Venezuela con  la “lucha contra el narcotráfico”. Trump ha acusado, sin prueba alguna, a Nicolás Maduro de narcotraficante, atribuyéndole la supuesta jefatura del llamado Cartel de los Soles, cuya existencia niegan todos los investigadores serios. Como un vulgar jefe mafioso, incluso ha puesto precio a la cabeza del presidente venezolano.

Toda esta parafernalia no es más que una cortina de humo. La flota movilizada (que incluye buques anfibios, un portaaviones y un submarino nuclear) no tiene nada que ver con los métodos utilizados en ninguna parte contra los narcos y sí con los empleados por EEUU en diferentes agresiones militares.

Mentiras, grandes mentiras y “la lucha de EEUU contra el narcotráfico”

Las mentiras sobre la “lucha contra el narco” fueron utilizadas ya por Gobiernos estadounidenses anteriores. Trump le ha dado una vuelta de tuerca para intentar justificar varias de  sus medidas militaristas, racistas y fascistoides. Miles de trabajadores migrantes han sido encarcelados o deportados acusados falsamente, sin juicio alguno, de pertenecer a bandas y supuestos carteles  que el propio Gobierno estadounidense ha inventado. 

El combate al narco también está sirviendo de coartada para amenazar a los Gobiernos de izquierda de México y Colombia. Además, lacayos de Trump como Noboa en Ecuador, Milei en Argentina y otros recurren a él para justificar los acuerdos estableciendo bases militares yanquis en sus territorios y aceptando que EEUU pueda enviar tropas “en caso de amenaza a la seguridad”.

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El 2 de septiembre, violando el derecho internacional, la flota estadounidense atacaba una lancha privada venezolana, asesinando brutalmente a sus 11 ocupantes. 

Que Washington hable de “lucha contra el narcotráfico” es una broma macabra. El narco mueve anualmente en EEUU 150.000 millones de dólares, según la Oficina Nacional de Políticas de Control de Drogas.  Los bancos estadounidenses obtienen beneficios multimillonarios financiando a los carteles y blanqueando capitales. Aunque hay centenares de denuncias y decenas de sentencias con multa, ningún directivo empresarial ni banquero ha sido procesado.

El imperialismo estadounidense no solo no tiene interés en combatir al narco sino que siempre lo ha utilizado contra los movimientos revolucionarios. La guerra contra la revolución sandinista en los años 80 fue financiada por el Gobierno de Reagan y la CIA fomentando la epidemia del crack, que sembró la degradación y la muerte en  los barrios obreros de los propios EEUU, especialmente entre la juventud negra[1].  La CIA tapó durante años las pruebas aportadas por confidentes y agentes de la DIA y la DEA, que señalaban al presidente colombiano Álvaro Uribe como “el número 82” en la lista de los 100 principales responsables del narcoparamilitarismo en Colombia[2].

Uribe sigue siendo uno de los principales aliados de Trump y, en todo el continente, los carteles están unidos por estrechos lazos económicos y políticos a esas mismas cúpulas militares, sectores de la oligarquía y fuerzas de ultraderecha que rinden pleitesía al presidente estadounidense. 

Venezuela, pieza clave en la pugna por Latinoamérica

La generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, (estructura militar del ejército estadounidense encargada de organizar las intervenciones en Latinoamérica) expresaba en 2023 en unas declaraciones qué hay detrás de la retórica sobre el narco. “¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras; tienes el triángulo del litio, que es necesario para la tecnología actual. El 60 % del litio del mundo está en el triángulo del litio: Argentina, Bolivia, Chile. Tienes las reservas de petróleo más grandes, crudo ligero y dulce descubierto en Guyana hace más de un año. Tienes los recursos de Venezuela también, con petróleo, cobre, oro. Tenemos el Amazonas, 'los pulmones del mundo'. Tenemos también el 31% del agua dulce del mundo en esta región. Quiero decir, es fuera de lo común. Tenemos mucho que hacer. Esta región importa. Tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que intensificar nuestro juego"[3].

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El narco mueve anualmente en EEUU 150.000 millones de dólares, según la Oficina Nacional de Políticas de Control de Drogas. Los bancos estadounidenses obtienen beneficios multimillonarios financiando a los carteles y blanqueando capitales. 

El Gobierno de Maduro, además, es uno de los principales aliados regionales de China y Rusia. Putin y Xi Jinping le han sostenido frente a todos los intentos estadounidenses de derrocarle.  Golpeando y debilitando a Venezuela (ya no digamos si consiguiesen un cambio de régimen, algo que llevan años buscando sin conseguirlo) Trump intenta minar la autoridad política de China y enviar un mensaje intimidatorio al propio Maduro y al resto de gobernantes latinoamericanos, incluidos algunos de sus aliados que, mientras cierran filas en el terreno político, siguen suscribiendo acuerdos comerciales con Beijing. Quien no ceda ante el Führer de la Casa Blanca, acabará pagando.

Como explica detalladamente el artículo “América Latina y la lucha por la hegemonía imperialista”[4], desde 2001 el imperialismo estadounidense ha ido perdiendo peso en Latinoamérica frente a China a pasos agigantados. Trump ha lanzado una ofensiva brutal para recuperar terreno combinando amenazas militares, políticas y económicas y reforzando vínculos que Washington tiene desde hace décadas con sectores decisivos de las oligarquías y cúpulas militares locales.

El 21 agosto, al día siguiente de enviar los primeros buques contra Venezuela, el almirante Alvin Holsey, nuevo jefe del Comando Sur, llamaba “a los países de la región a transformar el diálogo en “acción colectiva” estableciendo una “mayor cooperación militar” para combatir  la “incursión metódica” de China promoviendo “su modelo autoritario” y defender “la soberanía de nuestras naciones”.[5]   El cinismo de estos sicarios de uniforme no tiene límites. El mismo Gobierno que sostiene política, económica y militarmente al régimen nazisionista de Netanyahu y su genocidio contra el pueblo palestino; que persigue y deporta a campos de concentración a miles de migrantes latinoamericanos calcando los métodos de la Gestapo hitleriana, hablando de autoritarismo chino y “soberanía”.

Más allá de la demagogia, es significativo el contexto en que planteó el jefe militar estadounidense esta alianza militar contra China. La Conferencia Sudamericana de Defensa (SOUTHDEC 2025) organizada conjuntamente en Buenos Aires por el Comando Sur y el Gobierno ultraderechista de Milei este mes de agosto y donde participaron las cúpulas militares y ministros de Defensa de los principales aliados de Washington: Argentina, Ecuador, Paraguay y Perú. De hecho, los Gobiernos argentino, ecuatoriano y paraguayo fueron los primeros en unirse a la delirante campaña de Trump acusando a Maduro de narco, preparando el terreno para la ofensiva contra Venezuela.   

Un dato llamativo fue la participación junto a estos peones del trumpismo de altos oficiales colombianos y brasileños. Dos países clave, con Gobiernos de izquierda que han marcado distancias con Trump y denunciado el intervencionismo estadounidense entre sus mandos militares y diferentes conspiraciones golpistas. Durante los últimos días, después de que su amigo Bolsonaro fuese condenado por golpista, Trump también ha lanzado amenazas contra Brasil.

La respuesta de Maduro y la crisis del régimen venezolano

El Gobierno venezolano respondió al despliegue de la flota estadounidense movilizando 15.000 soldados. Posteriormente, anunciaba el Plan Independencia 200, movilizando otros 25.000 y  amenazando poner “el país en armas”. Pero el ambiente social y la movilización contra la ofensiva trumpista están a años luz de la época de Hugo Chávez. Entonces, una agresión como esta habría provocado manifestaciones de centenares de miles en Venezuela y América Latina y una ola de solidaridad global.

Las políticas capitalistas de Maduro, recortando derechos laborales y salarios para tener contentos a los empresarios, desmantelando las medidas antiimperialistas y políticas sociales que dieron un apoyo masivo a Chávez y reprimiendo la izquierda política y sindical  (que fue el motor del proceso revolucionario bolivariano), incluso encarcelando a activistas, han causado desmoralización y desmovilización entre las masas en Venezuela y alejado a centenares de miles de luchadores de izquierda de todo el mundo.

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El neofascismo trumpista representa una amenaza mortal para los oprimidos en Venezuela y todo el mundo, y no será derrotada por la burocracia madurista, que solo piensa en sus intereses allanando el camino a la ultraderecha. 

Este desgaste ha envalentonado a Trump para lanzar este nuevo ataque. Tras tomar posesión, durante la primera gira latinoamericana del secretario de Estado Marco Rubio, ya adoptaron un discurso amenazante con diferentes países y acusaciones y amenazas contra Venezuela parecidas a las actuales,  aunque sin llegar a movilizar tropas como ahora y plantear una agresión directa. El resultado fue arrancar concesiones del Ejecutivo panameño respecto al Canal de Panamá y de otros Gobiernos, incluido el venezolano. Mientras seguía denunciando al imperialismo yanqui, Maduro liberó a varios agentes de la CIA y fascistas venezolanos encarcelados por acciones golpistas y terroristas, renovó la licencia a la petrolera estadounidense Chevron para explotar algunos de los yacimientos petrolíferos más rentables y aceptó de facto las deportaciones de migrantes. 

Impulsar la lucha de masas contra el trumpismo levantando una izquierda revolucionaria

Los factores que disuadieron a Washington de una intervención militar directa contra Venezuela en anteriores ocasiones siguen presentes.  El apoyo de China y Rusia mantiene firme con Maduro a la cúpula militar, cuyo peso en el Gobierno es decisivo y tiene intereses directos en empresas vinculadas a inversiones chinas y rusas.  EEUU carece actualmente de un punto de apoyo firme dentro de Venezuela para derrocar al Gobierno, como tuvieron en Siria. Esto refuerza otro aspecto: el temor a que una intervención militar directa desate una explosión social en los propios EEUU, donde vemos un rechazo creciente y movilizaciones cada vez más masivas y combativas contra Trump y sus políticas fascistoides

Al mismo tiempo, la crisis del capitalismo estadounidense, su decadencia productiva frente a China, le empujan a ser cada vez más agresivo en todos los terrenos, incluido el militar. El neofascismo trumpista representa una amenaza mortal, y muy real, para los oprimidos en Venezuela y todo el mundo. Esta amenaza no será derrotada por la burocracia madurista, que solo piensa en sus intereses y ha llevado a la clase obrera y el pueblo a una situación límite, allanando el camino a la ultraderecha. Tampoco por los  llamamientos a la paz y el diálogo de los Gobiernos reformistas latinoamericanos y el multilateralismo. No hay imperialistas buenos. Rusia y China se mueven en función de sus propios objetivos capitalistas y no por la soberanía de los pueblos.

Lo único que puede defender los derechos democráticos y sociales y derrotar al imperialismo y el fascismo es la revolución socialista. La movilización de las masas en la calle es una fuerza imparable, como muestra el impresionante movimiento internacionalista de masas apoyando al pueblo palestino. Además de impulsar la movilización hay que levantar una alternativa revolucionaria internacionalista con una política de independencia de clase, es decir: surgida del debate en asambleas por las propias bases obreras, la juventud, los movimientos feminista, LGTBI y antirracista, combatiendo cualquier ilusión en acuerdos con sectores de la burguesía o el imperialismo y defendiendo un programa comunista que plantee expropiar los bancos y grandes empresas bajo control obrero para planificar democráticamente la economía y satisfacer las necesidades sociales.

¡Únete a Izquierda Revolucionaria! ¡Luchemos por la revolución socialista en Venezuela y América Latina, Estados Unidos y todo el mundo!

 

Notas:

[1]La ruta del crack comienza en la CIA

[2]Documentos desclasificados vinculan a Uribe con narcotráfico  Álvaro Uribe aparece en una lista de narcotraficantes de la Defense Intelligence Agency (DIA)

[3]Comando Sur de EEUU y su inquietante fijación en los recursos de Latinoamérica

[4] América Latina y la lucha por la hegemonía mundial

[5]Comando Sur alerta en Buenos Aires sobre la expansión ‘autoritaria’ de China en la región

Periódico de la Izquierda Revolucionaria

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