¡Unidad y movilización de la izquierda que lucha!

La burguesía española ha fracasado, por el momento, en su objetivo de armar una gran coalición y garantizar así más estabilidad política y el endurecimiento de los recortes. Sin escatimar medios han lanzado una campaña furiosa para aplastar a Pablo Iglesias y arrodillar a Podemos, pero no ha sido suficiente. El acuerdo del aparato del PSOE con Albert Rivera no ha servido de mucho y se ha estrellado contra una realidad marcada por una nueva correlación de fuerzas entre las clases y el giro a la izquierda de millones de trabajadores y jóvenes.

Durante semanas, y para embaucar a la opinión pública, hemos vivido un espectáculo de charlatanería parlamentaria, demagogia y mentiras. El fin: encubrir la ofensiva de la oligarquía para adulterar los resultados electorales del 20-D y lograr imponer un gobierno dócil a sus pretensiones. El pacto PSOE-C’s ha sido el eje de la maniobra, y ha contado con la interpretación torticera de Pedro Sánchez que, mientras exigía a Podemos el apoyo a este acuerdo o al menos su abstención para lograr la investidura, mantenía un silencio vergonzante cuando C’s pedía la rendición sin condiciones de Pablo Iglesias y alentaba al PP a sumarse al pacto. Como ha señalado Albert Rivera públicamente: “El papel de Ciudadanos ha evitado que Podemos y los independentistas lleguen al Gobierno de España”.

En efecto, no se trataba de desalojar al PP de la Moncloa, como se ha intentado justificar desde Ferraz. Para nada. Lo que pretendía Pedro Sánchez, y detrás de él Felipe González, Susana Díaz, Prisa y el resto de poderes fácticos, era dar cobertura de “izquierdas” a una variante de “gran coalición” pues, tal como el pacto PSOE-C’s señala, en el caso de formar un gobierno sobre esta base las políticas de recortes y austeridad exigidas desde la UE, el FMI o el BCE se habrían mantenido sin fisuras. A esta pinza con el partido del Ibex 35 se ha agarrado como un clavo ardiendo la dirección del PSOE sin importarles lo más mínimo traicionar a su base social.

Al enemigo hay que darle duro

Los resultados del 20-D no sólo fueron un duro varapalo al bipartidismo, indicaron las ansias de millones de personas por dar un vuelco completo a la situación y barrer a la derecha. Esa es la fuerza de Podemos, que no emana sólo de las urnas, sino de la gran rebelión social que ha recorrido el Estado español en los últimos cinco años. Por eso, la política que la dirección de Podemos ha llevado a cabo para rebajar la movilización y evitar polarizar aún más una situación de por si explosiva, se ha vuelto en su contra. A la clase dominante le ha importado muy poco sus gestos de respetabilidad y los ha atacado sin piedad, provocando incluso una crisis interna.

Las circunstancias han sido tan brutales, que a Pablo Iglesias y sus colaboradores más cercanos no les ha quedado más remedio que recurrir a su base para dar un puñetazo en la mesa. Los casi 150.000 votos contra el acuerdo PSOE-C’s reflejan todo el malestar que está siendo contenido pero que tiende a expresarse cada vez que encuentra un cauce. Con esto ha quedado claro lo que siempre hemos subrayado los marxistas: si se quiere derrotar a la oligarquía hay que movilizar contundentemente, pero no sólo en votaciones por Internet, sino en las calles, en los centros de estudio, en las fábricas y empresas. La idea de que se debe, o se puede, circunscribir la lucha de clases al terreno parlamentario es una completa utopía. La burguesía ha entendido perfectamente que el objetivo a batir son Pablo Iglesias y Podemos, porque su conexión con la rebelión social de estos años es muy clara; romper este vínculo, aislarlos de esta presión es lo esencial, para luego atraparlos en la maraña del juego parlamentario y desacreditarlos. Si la zanahoria no vale, el palo debe servir.

Parlamentarios de Podemos
"Si se quiere derrotar a la oligarquía hay que movilizar contundentemente, pero no sólo en votaciones por Internet, sino en las calles, en los centros de estudio, en las fábricas y empresas"

Pablo Iglesias y Podemos, a tenor de lo que dicen los grandes medios de propaganda burguesa, son poco menos que la encarnación del comunismo. Y aunque saben que esto es completamente falso, que la dirección de Podemos no está en esa línea, que ha demostrado en muchas ocasiones su disposición a la moderación, a rebajar su programa, a acercarse a los postulados clásicos de la socialdemocracia, incluso a solidarizarse con Tsipras tras su vergonzosa capitulación, no dejan de golpear y golpear. ¿A qué viene tanta saña? La respuesta es obvia: no se trata de Pablo Iglesias tomado individualmente, ni de lo que dice en un momento determinado; se trata de las fuerzas sociales que hay detrás de Pablo Iglesias y Podemos, de millones de trabajadores y jóvenes dispuestos a votarlos y a exigirles que cumplan con sus compromisos, que acaben con esta pesadilla de desahucios, pobreza, paro masivo, privatizaciones, precariedad y explotación. Por eso la oligarquía no quiere oír hablar de un gobierno de Podemos o con Podemos. Saben además que no estamos en 1977 o 1982, que la autoridad de estos nuevos líderes para frenar la lucha de clases no es, ni de lejos, la que tenían Santiago Carrillo o Felipe González después de salir de la negra noche de la dictadura franquista.

Los ataques a Podemos en este ambiente social no van a conseguir lo que pretenden. La última andanada acusando a Pablo Iglesias de cuestionar la “libertad de expresión”, cuando denunció el papel de la prensa en una charla reciente, es de una hipocresía vomitiva. Los mismos medios que amparan todos los días mentiras groseras contra Podemos, que criminalizan la lucha social y a los activistas de la izquierda, que justifica o distorsiona servilmente los casos de corrupción para no ofender al poder, que aplauden las guerras imperialistas o las políticas racistas y xenófobas contra los refugiados, ahora se rasgan las vestiduras. ¡Es un escándalo total! Estas incursiones reiteradas en el fango de la propaganda más soez y mentirosa muestran una gran debilidad. Por supuesto juegan un papel político de primer orden, pero tienen un apoyo en la sociedad mucho más débil que en el pasado.

La derecha y la socialdemocracia en crisis

Finalmente la legislatura ha concluido. El ofrecimiento de última hora de Compromís ha sido rechazado con desprecio desde la dirección del PSOE, que ha vuelto a reiterar una vez más su oposición a un gobierno de izquierdas que pudiera suponer un obstáculo a la política de recortes.

¿Qué ocurrirá el 26-J? Si nos atenemos a la propaganda oficial, parece que Podemos sería el gran perjudicado. Esta es la línea de El País y la dirección del PSOE. Enfrascado en su cruzada contra Podemos, el diario de Prisa nos ha alertado sobre la “soberbia” y la “arrogancia” de Pablo Iglesias, augurando la debacle electoral de la formación morada por su negativa a investir a Pedro Sánchez —el “estadista” que ha hecho todo lo posible por sacarnos de esta crisis—. Siguiendo su argumentación de estos meses, en las elecciones del 26-J rayos y truenos caerán sobre estos pecadores. Deberían estar muy contentos. Pero no, El País no está contento. El editorial del domingo 24 de abril, titulado ‘Un país agotado’ tenía el tono de una marcha fúnebre: “Agotado por la crisis de confianza provocada por tantos años de problemas económicos, este país se enfrenta además a una crisis institucional. Los partidos principales llegan medio deshechos a la probable convocatoria de elecciones”. Pero, ¿en qué quedamos? ¿No era Podemos quien se consumiría en la insignificancia por su “errores” de manual? En realidad, hasta el portavoz más “serio” de la derecha tiene que reconocer, entre mentira y mentira, lo lejos que ha llegado la crisis del régimen y el lamentable estado en que se encuentran los partidos que han garantizado la estabilidad capitalista durante casi cuarenta años.

Pedro Sánchez
" Pero si en el PP la perspectiva es sombría, en el caso del PSOE y de Pedro Sánchez la repetición de elecciones causa sencillamente pavor"

Sí, los partidos “principales”, esto es PP y PSOE, llegan medio deshechos al 26 de junio. La situación del PP es realmente alarmante. Acosado por la corrupción, su aparato dirigente ya no responde plenamente a los intereses estratégicos de la burguesía. El empecinamiento de Rajoy y su camarilla por presidir un gobierno de coalición ha sido un gran obstáculo para hacerlo realidad. Muchos de estos señores y señoras se resisten a perder los jugosos ingresos y privilegios que les brinda el poder, cuando no temen, a la vista de lo que está sucediendo, acabar con sus huesos en la cárcel. En fin, todo un entramado de intereses por los que han emprendido una huida hacia delante esperando que unas nuevas elecciones les coloquen en mejor posición. La táctica ya ha provocado mucho malestar en las filas de la derecha. Las declaraciones de Esperanza Aguirre alabando el acuerdo de PSOE-C’s, o la irritación de la que hacen gala a diario los “jóvenes” portavoces del partido, especialmente tras la implosión del PP valenciano o la dimisión del ministro Soria, no son hechos aislados y sin importancia. Muestran la grave crisis de la derecha y lo inevitable de una nueva recomposición en sus filas.

En momentos de crisis aguda del sistema no sólo avanza la conciencia de millones de oprimidos; también las élites dirigentes se dividen, sus organizaciones se fracturan, y los aparatos políticos adquieren cierta independencia e incluso entran en contradicción con las necesidades e intereses más estratégicos de la clase a la que representan. Es un fenómeno que se repite en la historia. El sistema pierde su equilibrio interno: el auge de la lucha de masas y la polarización sacuden a las organizaciones tradicionales, acelerando la descomposición de la democracia parlamentaria y sus instituciones. La irrupción de Trump en el Partido Republicano de EEUU, la rebelión de decenas de parlamentarios y ministros conservadores en Gran Bretaña y su llamado a votar a favor de salir de la UE, o la actitud de Rajoy, son una cara de la moneda; la otra es el apoyo entusiasta a Bernie Sanders, el triunfo de Corbyn, o la irrupción de Syriza y Podemos.

La crisis del PP, de mantenerse el actual rumbo, no hará más que agudizarse. Enfrentados a nuevas elecciones no está descartado que pierdan votos, y que una parte de ellos llegue a C’s, que sin duda será aún más potenciado y financiado por el Ibex 35 para evitar una catástrofe mayor. Pero si en el PP la perspectiva es sombría, en el caso del PSOE y de Pedro Sánchez la repetición de elecciones causa sencillamente pavor. Por primera vez, la posibilidad de que fuerzas a su izquierda les aventajen en votos y escaños es real. Sánchez presenta todos los síntomas de un cadáver político y muy probablemente abandonará la escena de manera lastimosa y desdichada, coronando un nuevo varapalo en el declive imparable de la socialdemocracia.

Por la unidad y la movilización de la izquierda que lucha

La crisis del régimen, y la de una socialdemocracia empecinada en salvar al sistema y pactar con la derecha, abre un gran espacio para el avance de las formaciones a la izquierda. Lo ocurrido en las municipales y el pasado 20-D puede convertirse ahora en un auténtico sorpasso. Para ello es imprescindible trabajar firmemente por la confluencia de toda la izquierda que lucha sobre la base de las reivindicaciones que las movilizaciones de masas de estos años han puesto encima de la mesa

Las elecciones del 20-D ya demostraron que la suma de votos de Podemos y de IU-UP era mayor que la del PSOE. Si se hubiera producido una confluencia electoral el resultado en votos y escaños se hubiera multiplicado. Es obvio que ahora la situación es todavía mejor para una convergencia de este tipo, con un PSOE enfangado en su pacto con C’s y carente de discurso salvo culpar a Podemos de “impedir un gobierno de cambio”. Una demagogia mentirosa que tiene las patas muy cortas.

Alberto Garzón en un mitin
"El temor a la confluencia de la izquierda ya se está destacando en numerosos medios y muestra el gran nerviosismo que cunde en los círculos del poder"

El temor a la confluencia de la izquierda ya se está destacando en numerosos medios y muestra el gran nerviosismo que cunde en los círculos del poder. Se ha utilizado como argumento para intentar forzar un acuerdo de última hora entre PSOE, PP y C’s. Y si la confluencia se concreta, especialmente por el acuerdo entre Podemos-IU, alentará la campaña más ruidosa contra el “peligro del comunismo” desde las elecciones de febrero de 1936. Ya se han publicado diversas encuestas que señalan el enorme impacto electoral que tendría. La última, aparecida en Público el domingo 24 de abril, sitúa la convergencia Podemos-IU-Mareas-Compromís con 92 escaños y más de 5,9 millones de sufragios, frente al PP que conseguiría 110 escaños y 6,5 millones de votos, y un PSOE que reduciría su apoyo a 4,7 millones y 72 diputados.

Desde Izquierda Revolucionaria nos manifestamos sin ninguna ambigüedad: apoyamos y trabajamos por la confluencia de la izquierda que lucha. Es una oportunidad histórica, una aspiración de millones que no se puede defraudar, y un aldabonazo para hacer avanzar la lucha contra el sistema. Adopte el nombre que adopte, la confluencia debe servir para conformar un gobierno que rompa decisivamente con los recortes y la austeridad. Un objetivo que, como la experiencia de Grecia indica, no dependerá sólo de la aritmética parlamentaria sino de la voluntad política para emprender medidas socialistas enérgicas en beneficio de la mayoría social, de los parados, los precarios y la población excluida, contando con la fuerza y la movilización de los trabajadores y la juventud. Este es el único camino para romper con la lógica del capitalismo y la dictadura de la oligarquía.


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