Tercera parte

En los años álgidos de especulación bursátil e inmobiliaria se popularizó en la prensa especializada un término económico muy llamativo: "círculo virtuoso". Con él se quería describir el modelo de crecimiento de la última década y dar carta de naturaleza a la idea, profundamente equivocada, de que los ciclos de boom y recesión habían sido felizmente superados. Como es habitual en los periodos de grandes ganancias empresariales y financieras, la experiencia de anteriores crisis se olvidó con rapidez y no faltaron "teóricos" dispuestos a poner sus "conocimientos" al servicio de las nuevas necesidades de la propaganda capitalista(1).

La dialéctica de la lucha de clases y el ciclo económico

La teoría marxista sobre las crisis parte de la dinámica interna en que se desenvuelve el sistema capitalista, recorrido por fases periódicas de boom y recesión, que prueban la recurrencia del fenómeno de la sobreproducción y la sobreabundancia de capital. León Trotsky dejó clara esta cuestión de método en un magnífico artículo titulado La curva de desarrollo capitalista(2), dedicado a contestar la teoría de las ondas largas planteadas por el economista ruso Kondrátiev(3): "(...) El capitalismo no se caracteriza sólo por la periódica recurrencia de los ciclos, de otra manera la historia sería una repetición compleja y no un desarrollo dinámico. Los ciclos comerciales e industriales son de diferente carácter en diferentes períodos. La principal diferencia entre ellos está determinada por las interrelaciones cuantitativas entre el período de crisis y el de auge de cada ciclo considerado. Si el auge restaura con un excedente la destrucción o la austeridad del período precedente, entonces el desarrollo capitalista está en ascenso. Si la crisis, que significa destrucción, o en todo caso contracción de las fuerzas productivas, sobrepasa en intensidad el auge correspondiente, entonces obtenemos como resultado una contracción de la economía. Finalmente, si la crisis y el auge se aproximan entre sí en magnitud, obtenemos un equilibrio temporal -un estancamiento- de la economía. Éste es el esquema en lo fundamental (...) Épocas enteras de desarrollo capitalista existen cuando un cierto número de ciclos están caracterizados por auges agudamente delineados y crisis débiles y de corta vida. Como resultado, obtenemos un agudo movimiento ascendente de la curva básica del desarrollo capitalista. Obtenemos épocas de estancamiento cuando esta curva, aunque pasando a través de parciales oscilaciones cíclicas, permanece aproximadamente en el mismo nivel durante décadas. Y finalmente, durante ciertos períodos históricos, la curva básica, aunque pasando como siempre a través de oscilaciones cíclicas, se inclina hacia abajo en su conjunto, señalando la declinación de las fuerzas productivas (...)".

Sin embargo, a la hora de tratar con la dinámica del ciclo económico y la caracterización de una época histórica determinada, el marxismo no sólo considera los factores derivados propiamente del proceso de producción y circulación, toma muy en cuenta todos aquellos aspectos políticos e ideológicos que forman parte de la superestructura de la sociedad y que adquieren una enorme relevancia en el desarrollo de la economía y de la historia (desde las derrotas huelguísticas y el fracaso de los movimientos revolucionarios; las guerras entre las naciones y las intervenciones imperialistas; el desarrollo de la religión...). La relación entre la lucha de clases y el ciclo económico es estrecha, compleja y dialéctica(4).

Tomando como punto de partida las ideas planteadas por Trotsky, cuando tratamos con la historia del capitalismo se pueden apreciar periodos amplios que se caracterizan en función de la dinámica económica ascendente o declinante de su conjunto y, que en gran medida, son determinados por fenómenos que no son estrictamente económicos: "Por lo que se refiere a las fases largas (de cincuenta años) de la tendencia de la evolución capitalista (...), debemos destacar que su carácter y duración están determinados, no por la dinámica interna de la economía capitalista, sino por las condiciones externas que constituyen la estructura de la evolución capitalista. La adquisición para el capitalismo de nuevos países y continentes, el descubrimiento de nuevos recursos naturales y, en el despertar de éstos, hechos mayores de orden "su-perestructural" tales como guerras y revoluciones, determinan el carácter y el reemplazo de las épocas ascendentes estancadas o declinantes del desarrollo capitalista"(5).

Entre 1848-68 el capitalismo europeo asistió a una época de ascenso y desarrollo de las fuerzas productivas, que tuvo como precondición política la derrota de la revolución europea de 1848. Posteriormente, la guerra franco-prusiana y el triunfo de la Comuna de París expresó el estancamiento y la crisis del capitalismo, hasta que una nueva fase de ascenso, también marcada por la derrota de la revolución parisina y la unificación alemana, se extendió hasta las postrimerías de la Primera Guerra Mundial.

De igual modo, el periodo de auge económico posterior a la Segunda Guerra Mundial se prolongó a lo largo de 25 años en los países capitalistas desarrollados, donde se alcanzaron tasas de pleno empleo, un crecimiento espectacular de los beneficios y porcentajes de reinversión productiva que nunca se han vuelto a igualar. Factores políticos alimentaron este auge extraordinario, fundamentalmente el desarme de los ejércitos partisanos y la derrota de la revolución socialista en Francia, Italia y Grecia, además de la masiva ayuda económica que el capitalismo estadounidense, a través del Plan Marshall, proporcionó a una Europa occidental devastada por la guerra y amenazada por el triunfo del estalinismo en sus fronteras orientales. Este periodo de crecimiento manifestó su agotamiento a finales de la década de los sesenta, cuando el estallido francés de Mayo de 1968, el auge huelguístico en EEUU y la ofensiva revolucionaria en los países coloniales, anunciaron el fin de una época dorada y la brusca transición a una nueva fase de recesión y sacudidas revolucionarias durante la década de los setenta.

En contraste con lo anterior, las dos décadas y media que se extienden entre las dos guerras mundiales, de 1914 hasta 1939, se caracterizaron por la crisis de sobreproducción, la guerra y la ofensiva revolucionaria del proletariado. El fin de la Primera Guerra Mundial marcó un periodo especialmente tormentoso en la historia del capitalismo, que se inició con el triunfo de la revolución rusa de octubre de 1917 y cuyos efectos se extendieron a Alemania, Austria, Hungría, Bulgaria, Italia. Este periodo concluyó, parcialmente, con la derrota de la revolución alemana en 1923, consecuencia directa de las intolerables reparaciones económicas dictadas en el Tratado de Versalles. Ciertamente hubo años de recuperación y cierta estabilidad, como los comprendidos entre 1923 y 1928, pero no expresaban la tendencia general del periodo, que se agitó convulsamente entre la revolución y la contrarrevolución.
Factores económicos de primer orden, como el crac de 1929, impulsaron de nuevo una dinámica revolucionaria en Europa occidental, especialmente en Alemania, Austria y el Estado español. Pero el fracaso de los trabajadores en su intento de tomar el poder, consecuencia directa de la bancarrota política de las direcciones socialdemócrata y estalinista, abrió el paso al triunfo del fascismo y la guerra. En definitiva, el ascenso revolucionario de las masas llevó a la clase dominante a adoptar decisiones que, persiguiendo la estabilidad general del sistema y la salvaguarda de sus intereses, no evitaron una guerra mundial que se prolongó por seis años y que supuso la mayor destrucción de fuerzas productivas que ha tenido lugar en la historia del capitalismo.

Un cambio fundamental de época

Obviamente, cada periodo de desa-rrollo capitalista tiene características diferentes, aunque comparta rasgos comunes que no son determinantes, y tiene efectos contradictorios en las relaciones entre las clases y en el proceso de toma de conciencia de los trabajadores. En general, los periodos prolongados de auge y estabilización del capitalismo también llevan aparejado un dominio político de las tendencias reformistas y más derechistas en el seno del movimiento obrero, lo que no excluye, como la historia se ha encargado de confirmar, momentos de auge en la lucha de clases, o incluso abiertamente revolucionarios.

Las ecuaciones "boom igual a reacción" o "recesión igual a revolución", simplifican groseramente la realidad del conflicto entre las clases. La experiencia de los últimos cinco años ha sido rica al respecto. En un periodo de crecimiento económico, en términos de las cifras macroeconómicas, hemos asistido a una extensión de la desigualdad y la precarización, de la polarización política, y a un ascenso de la lucha de clases en todo el mundo, que contrasta con la tónica de la década anterior, marcada, sin duda, por las consecuencias económicas y políticas del colapso del estalinismo. Desde las movilizaciones de decenas de millones contra la guerra imperialista en Iraq, hasta la oleada de huelgas generales en Europa (Francia, Italia, Austria, Grecia, Portugal, Estado español...) o el movimiento revolucionario de las masas latinoamericanas después de años de privatizaciones masivas y derrota de las guerrillas, el inicio del siglo XXI está señalando una ruptura evidente con el anterior periodo, ruptura que será aún más acusada en los próximos años a tenor de la gravedad de la crisis económica internacional.

En definitiva y retomando las palabras de Trotsky: "(...) Las épocas de enérgico desarrollo capitalista deben poseer formas -en política, en leyes, en filosofía, en poesía- agudamente diferentes de aquellas que corresponden a la época de estancamiento o de declinación económica. Aún más, una transición de una época de esta clase a otra diferente debe producir necesariamente las más grandes convulsiones en las relaciones entre clases y entre estados. En el Tercer Congreso Mundial de la Komintern nosotros hemos insistido sobre este punto en la lucha contra la concepción puramente mecanicista de la actual desintegración capitalista. Si el reemplazo periódico de auges ‘normales' por crisis ‘normales' encuentra su proyección en todas las esferas de la vida social, entonces una transición de toda una época entera de ascenso a otra de declinación, o viceversa, engendra los más grandes disturbios históricos, y no es difícil demostrar que en muchos casos las revoluciones y guerras se esparcen entre la línea de demarcación de dos épocas diferentes de desarrollo económico, por ejemplo, la unión de dos segmentos diferentes de la curva capitalista. Analizar toda la historia moderna desde este punto de vista es realmente una de las tareas más gratificantes del materialismo dialéctico"(6).

NOTAS

1. La ofensiva fue de tal calado, que en las filas de la socialdemocracia se desató una carrera para ver quién defendía con mayor ardor la economía de mercado y sus bondades. Eran los buenos tiempos del nuevo laborismo y de los "descubrimientos" sociológicos de Anthony Giddens, el padre de la "tercera vía", hoy en clara decadencia y descomposición. Este abanico de ideas revisionistas y apologistas del capitalismo, fortalecidas tras el colapso de los regímenes estalinistas en el Este, trataban de demostrar empíricamente el "fracaso" definitivo del marxismo como una alternativa a la economía capitalista contemporánea.

2. Leon Trotsky, La curva de desarrollo capitalista, en ‘Marxismo Hoy' nº 8, Fundación Federico Engels, 2002.

3. Nikolái Dmítrievich Kondrátiev. Director del Instituto de Investigaciones Económicas de Moscú a principios de los años veinte. Fue un economista original que, como otros muchos intelectuales destacados de la época, acabó purgado por Stalin y finalmente recluido en un campo de trabajo donde murió. Una crítica extensa desde el punto de vista marxista a las posiciones de Kondrátiev se puede consultar en el texto de Alan Woods, El marxismo y la teoría de las ondas largas, en ‘Marxismo Hoy' nº 10, 2002.

4. Los teóricos del reformismo y de la burguesía siempre han presentado el método del marxismo tocado con los rasgos caricaturescos del determinismo y el economicismo, a pesar de que los propios fundadores del socialismo científico rechazaron explícitamente este tipo de acusaciones y siempre fueron claros y concretos al respecto: "Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta y absurda" (Carta de Engels a Bloch. Obras Escogidas de Marx y Engels, Editorial Progreso, Moscú 178, p. 514).

5. Trotsky, Op. cit.

6. Trotsky, Op. cit.


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