Defender los derechos democráticos y construir una alternativa de Izquierdas frente al lulismo y el PT

El 24 de enero, la condena del ex presidente Lula da Silva, vinculada al caso de corrupción "Lava Jato", fue confirmada por un Tribunal Federal. Las diferentes maniobras procesales no pudieron ocultar algo obvio para todo el mundo: el objetivo de la segunda condena a Lula es impedir la participación en las elecciones presidenciales de 2018 al candidato que, independientemente de cómo lo veamos, lidera todas las encuestas.

Los funcionarios del poder judicial, por nadie elegidos y que no están sometidos a ningún control popular, quieren tomar decisiones que corresponde adoptar mediante el voto popular. El carácter político de este caso es aún más claro cuando vemos como ni un solo líder del PSDB y ni un solo banquero (protagonistas de la corrupción en el país) han sido condenados, encarcelados o destituidos de su puesto pese a estar vinculados también al caso “Lava Jato”.

Al tiempo que mantenemos nuestras diferencias políticas y somos críticos con el proyecto político de Lula, también explicamos sin titubear que las acciones emprendidas por la justicia burguesa contra Lula son un precedente muy peligroso para la izquierda, los movimientos sociales y los derechos democráticos del pueblo brasileño. Este caso forma parte de una oleada de ataques que solo beneficia a un puñado de capitalistas. Junto a las contrarreformas neoliberales implementadas por el gobierno Temer, los ataques a los derechos democráticos se están multiplicando golpeando especialmente a los más pobres.

La persecución de aquellos que disienten, se organizan y luchan golpea a trabajadores, jóvenes, mujeres, indígenas, personas LGBT, artistas, intelectuales, etc. El encarcelamiento de Rafael Braga es un ejemplo de esta situación. Otro ejemplo ha sido la criminalización de 18 jóvenes de Sao Paulo, perseguidos por protestar contra Temer y posteriormente víctimas de un agente policial infiltrado. La nueva legislación represiva, que proviene del anterior gobierno de Dilma, como la ley antiterrorista, se está utilizando ahora contra simples manifestantes. El uso del ejército para reprimir la marcha en Brasilia en mayo de 2017 ha establecido ya un oscuro precedente.

Lula no es la alternativa

Lula no es un factor consciente en el proceso de radicalización de la lucha, ni siquiera un opositor consecuente al orden político y económico actual. A pesar de sus peculiaridades, los gobiernos del PT no llevaron adelante ningún tipo de ruptura  o cambio estructural. La presidencia de Lula se caracterizó por una política de conciliación de clases (que permitiría ganar a todos, multimillonarios y pobres) y de conciliación entre las diferentes fuerzas políticas. Basta recordar que Temer fue el candidato a Vicepresidente elegido por Lula.

Esta situación no cambió después del golpe parlamentario que acabó con Dilma. Lula, como figura política, continuó predicando la conciliación de clases sin aprender lección alguna de su experiencia en el gobierno. Sus recientes tratos con políticos burgueses como Renan Calheiros dejan esto muy claro.

Con la maniobra del “impeachment” en 2016 la clase dominante quiso reordenar el panorama político de cara para poder dar un paso decisivo en sus ataques contra la clase trabajadora en un contexto de crisis capitalista tanto en Brasil como internacionalmente.

La burguesía quería más de lo que el gobierno del PT podía darles. Ya no solo querían el mantenimiento de sus privilegios en un clima de aparente conciliación social, sino infligir una derrota contundente a la clase trabajadora, un paso atrás histórico desde un punto de vista económico, político y social.

El corrupto, impopular y golpista gobierno de Temer cumplió este propósito, garantizando la aprobación de una contrarreforma laboral, la congelación del gasto público, las privatizaciones y el traspaso de recursos públicos al capital extranjero.

Sin embargo, el proyecto del gran capital no termina aquí. Es fundamental que  en las elecciones de 2018 no exista riesgo o amenaza alguna que ponga en peligro la continuidad de estos ataques por parte cualquier gobierno futuro. A pesar del tono conciliador de Lula y su simpatía ya demostrada por las políticas neoliberales, no podría (incluso aunque quisiese) defender una profundización de dichas políticas. Por esta razón, siendo el favorito para las elecciones, quieren eliminarle de la ecuación.

Unidad en la lucha. Construir una alternativa independiente de Izquierdas

LSR (CIT en Brasil) nunca apoyó a los gobiernos de Lula o del PT. Como parte del PSOL (Partido del Socialismo y la Libertad) y en la lucha por la reconstrucción de una izquierda socialista de masas en Brasil, hemos formado parte de  la oposición de Izquierdas a los gobiernos del PT, situándonos junto a los trabajadores en sus luchas por derechos y reivindicaciones negadas por dichos gobiernos.

En las próximas elecciones presidenciales, en octubre de este año, apoyaremos la posición unánime del PSOL de que el partido tenga su propio candidato presidencial y, por tanto, rechazaremos cualquier tipo de apoyo tanto a Lula como al PT. El modelo lulista de colaboración de clases y de continuidad con el orden actual no sirve a los intereses de la clase trabajadora y de la mayoría de la población. Estas políticas han desarmado a la clase trabajadora, han desmovilizado a los movimientos sociales y han creado las condiciones para el golpe “parlamentario” de 2016 y las derrotas que posteriormente hemos sufrido.

Con la catástrofe del gobierno de Temer, las ilusiones sobre un supuesto regreso a los "buenos tiempos" de Lula se han convertido en un serio obstáculo para la lucha de los trabajadores. No habrá ya “buenos tiempos” si no rompemos con la lógica de la segregación social, racial y política que es parte de la estructura del capitalismo brasileño, periférico y dependiente. Con la crisis capitalista a nivel mundial esto queda aún más claro.

Por lo tanto, nuestra alternativa es un Frente Unitario de la Izquierda Socialista que una a dicha izquierda socialista y a los movimientos sociales en la lucha por una alternativa anticapitalista y socialista para Brasil. Este Frente ha de estar al servicio de las luchas de la clase trabajadora, pero también necesita de una expresión electoral independiente este año de elecciones presidenciales.

En la batalla por construir este Frente, las fuerzas que lo compongan deben luchar contra todos los ataques, incluyendo los ataques contra los derechos democráticos: el derecho a organizarse y manifestarse, el derecho a la libertad de expresión y todos los derechos políticos fundamentales.

Denunciar la supresión de la candidatura de Lula es también parte de esta lucha. Sin embargo, este hecho no significa tener que apoyar el proyecto político de Lula o defender las posiciones de Lula y del PT. El PT se adaptó a un sistema podrido cuando alcanzó el poder, practicando una corrupción sistemática, abusos de poder y favoreciendo intereses privados por encima del interés público, combinando la manipulación y la represión respecto a los más pobres, su base de apoyo.

La construcción de una nueva alternativa de Izquierdas en Brasil debe basarse en la lucha por superar este sistema político y económico, una tarea que el PT no llevó adelante y que tampoco ahora tiene intención de hacerlo.

En las movilizaciones para hacer frente a los ataques del gobierno Temer, LSR ha defendido la máxima unidad de acción. Las luchas a principios de 2017, especialmente la huelga general del 28 de abril, fueron un ejemplo de la fuerza de la clase trabajadora y una demostración del potencial de lucha que existe cuando hay unidad entre los diferentes movimientos y sectores.

En la lucha contra los ataques a los derechos democráticos esta unidad de acción también es muy necesaria. Estamos dispuestos a luchar junto a cualquier sector que se oponga a la criminalización de los movimientos sociales y a la persecución de activistas en fábricas, escuelas, barrios y en el campo. Así debe ser respecto a los derechos políticos en general, como en el caso de la amenaza con prohibir la candidatura de Lula. Desgraciadamente lo que hemos visto es que la dirección del PT ha tendido a transformar conscientemente esta lucha  en defensa de los derechos democráticos en parte de la propia campaña electoral de Lula. Esto solo puede conducir a una nueva derrota.

Las ilusiones en torno a que la única esperanza para el pueblo brasileño será votar por Lula en octubre se han convertido en un obstáculo para la lucha y para resistir los ataques del gobierno. Dichas ilusiones ya debilitaron las luchas de 2017 contribuyendo a que el movimiento no obtuviese ninguna victoria.

El intento de imponer una especie de “candidato único” para el “movimiento popular”, estigmatizando a la Izquierda Socialista contraria al proyecto de Lula de colaboración de clases, solo servirá para debilitar la resistencia frente a los ataques del gobierno.

Transformar la lucha contra los ataques a los derechos democráticos en una parte de la campaña electoral de Lula preparará el terreno para nuevas derrotas que afectarán a todo el movimiento. Tanto el PSOL como la Izquierda Socialista no deben participar de esto, ofreciendo una alternativa de lucha clara y consecuente.

Lo que se necesita en este momento es un movimiento de masas contra todos los ataques políticos, económicos, sociales y culturales planteados por el gobierno. Un movimiento en el que el nombre de Lula no ensombrezca el de Rafael Braga o el de los 18 jóvenes encarcelados de Sao Paulo. Un movimiento democrático, organizado desde abajo, que profundice el nivel de movilización más allá de lo que vimos en 2017. Un movimiento que derrote la reforma de las pensiones, que derogue  las contrarreformas impuestas por un parlamento corrupto, y que al mismo tiempo luche por garantizar los derechos de todos.

              


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