Sólo la insurrección de las masas con un programa socialista puede acabar con la pesadilla de la guerra

Cuando se cumplen más de cien días del inicio de la intervención imperialista en Libia, el saldo de la misma alcanza ya los 900 muertos y 4.000 heridos, según datos oficiales. A ello debemos unir decenas de miles de desplazados que se suman a los que ya salieran del país huyendo de los bombardeos de Gadafi. Estos datos hablan claramente acerca de lo que está representando realmente la intervención. Lejos de evitar la guerra civil y proteger a los ciudadanos ­­–como prometían cínicamente los imperialistas— ésta se ha enquistado trágicamente y el pueblo libio, además de la represión y bombas de Gadafi, padece ahora también los bombardeos de la OTAN.

De la revolución a la contrarrevolución

Como explicábamos los marxistas que ocurriría si los dirigentes del Consejo Nacional Libio de Transición aceptaban la intervención —algo que las masas con un certero instinto rechazaron hasta el último instante—, los imperialistas estadounidenses, franceses y británicos  han utilizado la “ayuda” militar para descarrilar la revolución e impedir que el ejemplo de las masas de Bengasi y otras ciudades (sustituyendo al Estado burgués por comités populares que dirigían la vida social) pudiese extenderse a toda Libia y otros países de la región, particularmente a Arabia Saudí, país clave para el imperialismo estadounidense.
Ausente una dirección revolucionaria con un programa socialista capaz de hacer a las masas plenamente conscientes de su fuerza, levantar un estado revolucionario y organizar una lucha victoriosa contra los restos del régimen de Gadafi, lo que se desarrollaba como una revolución victoriosa se ha transformado en poco tiempo en su contrario: una situación de contrarrevolución en la que el poder en el este del país ha pasado de las masas organizadas en comités a los dirigentes burgueses y pequeñoburgueses del Consejo de Transición. Varios miembros del Consejo son antiguos colaboradores de Gadafi que cambiaron de bando por oportunismo. A otros muchos dirigentes opositores su desconfíanza hacia las masas y su aceptación del capitalismo les ha convertido en agentes del imperialismo. El imperialismo se ha apoyado en estos dirigentes para reconstruir un aparato estatal burgués y retomar el control.
Esto, a su vez, ha ayudado a Gadafi a afianzar su control sobre la mayor parte del oeste del país. Una vez desactivado por los dirigentes del Consejo de Transición el movimiento revolucionario de las masas, el régimen no enfrenta ya una insurrección de masas que contagiaba a la base de su ejército y se extendía como una mancha de aceite, sino a un ejército rebelde apoyado por las bombas imperialistas. La lucha se ha convertido en un enfrentamiento entre dos bandos cuyas direcciones burguesas y reaccionarias no tienen nada que ofrecer a las masas. Ello puede hacer que se prolongue sin salida a la vista.

Nuevas tensiones y contradicciones imperialistas

El coste económico y social de la intervención está superando las previsiones de sus promotores y las inciertas perspectivas provocan constantes tensiones entre ellos. Los precios petroleros han subido ya un 20% desde el inicio de la intervención y podrían hacerlo más. El cansancio ante una intervención que se prolonga aumenta el cuestionamiento a la misma. Si el desarrollo de la guerra les obligase a implicarse más y con tropas de tierra (algo hoy por hoy nada improbable) esto, en un contexto de crisis económica, desempleo masivo y malestar social en todos los países, se convertiría en una bomba de relojería para el imperialismo.
Como explicaba recientemente El País (27/06/11): “La cuestión es que cuando se empieza una operación militar debe acabar rápido, aunque raramente se consigue”, comenta una alta fuente europea, que pide el anonimato y reconoce lo precipitado de toda la intervención. “En Libia se intervino rápidamente, sin planificación (…) No hay prevista una estrategia de salida y Gadafi no es de los que abandonan (…) Las muertes de civiles producen desafecto en la opinión pública y malestar entre los aliados. (…) El mayor riesgo está en la opinión pública árabe”.
Mientras los imperialistas franceses, británicos y la administración Obama piden más implicación de otros países para terminar cuanto antes con Gadafi, los imperialistas italianos han solicitado públicamente el cese de las acciones. Noruega y Holanda han marcado plazos para su salida. En los propios Estados Unidos, los republicanos, que tienen mayoría en la Cámara de Representantes, amenazaron inicialmente con negarle a Obama recursos para seguir financiando la intervención. Aunque este obstáculo ha sido sorteado y finalmente el gobierno ha recibido financiación para un año de intervención, las contradicciones en el campo imperialista continuarán y podrían verse enormemente agudizadas si los planes para eliminar a Gadafi y terminar la guerra rápidamente  no se cumplen (como es probable) y tienen que plantearse intervenir masivamente con tropas de tierra.

Perspectivas abiertas

Una vez que el desarrollo concreto que tomó la revolución en Libia les empujó a intervenir, los imperialistas están atrapados en la telaraña de sus propias debilidades y contradicciones. EEUU, Francia y Gran Bretaña creían que con bombardeos aéreos podrían eliminar a Gadafi o forzar su salida pero han visto que la cosa es un poco más difícil.
En estos momentos todas las posibilidades siguen abiertas. La Unión Africana, con el apoyo de algunos sectores del imperialismo, propone negociaciones entre dirigentes rebeldes y otros cercanos a Gadafi. Un sector del imperialismo (China, Rusia, seguramente también Alemania o Italia), así como las burguesías de los países árabes y africanos, aceptarían de buena gana algún tipo de acuerdo entre Gadafi y los rebeldes para poner fin a la guerra. Pero el problema es que los rebeldes y los imperialistas que lideran la intervención exigen la salida de Gadafi del gobierno y éste sabe que su única garantía de no acabar como Milosevic o Saddam Hussein es precisamente aferrarse al poder.
Por otra parte, el 27 de junio la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya dictaba una orden de arresto contra Gadafi, su hijo Seif-el-Islam y varios colaboradores. Esta decisión, unida a la aprobación del poder legislativo estadounidense de más fondos para la guerra, indican que los imperialistas han decidido echar más carne en el asador e intentar sacar lo más rápidamente posible a Gadafi del poder. El fiscal de la CPI prometía que en tres meses podrían lograrlo. Pero si esta nueva bravuconada destinada a justificar una mayor inversión de fuerzas y dinero en la guerra no se cumple (y no hay garantía de ello) podría convertirse en un nuevo problema y agudizar aún más las tensiones interimperialistas.
De no lograr sus objetivos en los próximos meses, tendrán que discutir la opción de implicarse aún más y con tropas terrestres (algo a lo que tienen pánico) o retroceder. La opción de que —si la guerra se estancase y no viesen más alternativa— pudiesen aceptar una partición del país entre Gadafi y los rebeldes (aunque sigue sin poder ser descartada) no parece, al menos en este momento, probable. Además de ser rechazada por los rebeldes, enviaría un mensaje de debilidad del imperialismo y no resolvería nada, dando paso a nuevas guerras y conflictos.
La guerra tiene una dinámica propia y como ya les ha ocurrido en otras ocasiones a lo largo de la historia podrían verse arrastrados a un escenario que no imaginaban: una intervención terrestre que podría empantanarse y provocar miles de muertos (y no sólo en las tropas de Gadafi o los rebeldes, también en las imperialistas). Algo que en este contexto mundial de inestabilidad, revolución y contrarrevolución, tendría efectos explosivos, empezando por el mundo árabe. Como hemos explicado desde el inicio de la guerra todo el desarrollo de ésta no hace sino confirmar que para las masas de Libia y de todo el mundo árabe no hay ninguna salida ni bajo dictadores como Gadafi ni de la mano del imperialismo. El único camino que puede acabar con la pesadilla de la guerra es recuperar el impulso de la insurrección revolucionaria contra Gadafi y contra el imperialismo y dotar a esta insurrección de un programa socialista.


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