El 1º de julio el canciller Schröder pidió al Bundestag (parlamento alemán) un voto de confianza, seguro de que no lo conseguiría. Esta maniobra estaba diseñada para permitir al canciller alemán disolver legalmente el Bundestag y dejar el camino libre para unas elecciones anticipadas posiblemente el 18 de septiembre. Aunque el canciller no ha hecho aún ninguna declaración, casi todos esperan que las elecciones se celebren en dos meses.

La maniobra de Schröder es un juego desesperado y nos recuerda los atentados suicidas cometidos por los kamikazes japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Parece probable que después de siete años de contrarreformas con Schröder, los demócrata-cristianos ganen las elecciones y accedan al gobierno, posiblemente en una coalición con el FDP (los liberales). A diferencia de Gran Bretaña, no es muy común que el jefe del gobierno tome la iniciativa de disolver el parlamento antes del final oficial de la legislatura. Después de la desastrosa derrota electoral de los socialdemócratas en su antiguo feudo de Renania Westfalia del Norte en mayo (ver: Alemania: Derrota del SPD en Renania del Norte - Westfalia, Schröder no tuvo otra opción que seguir este camino para hacer frente a las críticas procedentes de su partido. Schröder está entregando voluntariamente el gobierno a los partidos de derecha, de este modo podrán llevar a cabo una nueva ronda de ataques contra todas las conquistas conseguidas por el movimiento obrero a lo largo de décadas.

Pero mientras aquellos legendarios y valientes pilotos kamikazes japoneses sacrificaban su vida, Schröder encontrará una salida fácil y confortable con una gran pensión y excelentes vínculos empresariales, dejando a su partido, el socialdemócrata SPD, destrozado, debilitado y desmoralizado. Las últimas encuestas dan al SPD un porcentaje de votos entre el 26 y el 27 %, mientras que los demócrata-cristianos esperan conseguir entre un 42 y un 47 %. Lo más destacado de estas encuestas es que una nueva alianza electoral de izquierda posiblemente supere tanto a los verdes como a los liberales y se convierta en el tercer partido parlamentario. Esta alianza (con base principalmente en el Este) del PDS y el recién formado WASG, una escisión de izquierda formada por sindicalistas y socialdemócratas desencantados, espera conseguir más del 10 % de los votos, si no fallan las encuestas. En el Este (la antigua RDA) la Alianza de Izquierda puede convertirse en el partido más fuerte con más del 31 % de los votos, mientras que en occidente se calcula que puede conseguir el 7 % (un enorme paso adelante según los niveles occidentales).

El intento apresurado de Schroder de convocar elecciones anticipadas ha precipitado la formación de la Alianza de Izquierda entre el PDS y el WASG. Los órganos de dirección de ambas organizaciones han llegado a un acuerdo (los candidatos del WASG serán incluidos en las listas del PDS) y el objetivo es fusionarse en los próximos dos años. Es probable que los órganos de dirección y la base de ambas organizaciones ratifiquen este proceso en los próximos días.

Después de siete años de política blairista de Schröder, muchos trabajadores y jóvenes están mirando a la nueva Alianza de Izquierda para expresar su descontento social y dar una expresión política al extendido malestar social. Pero también está el factor subjetivo de Oskar Lafontaine, el antiguo presidente del SPD (1995-1999) que dimitió de todas sus posiciones políticas en 1999 después de un gran enfrentamiento político con Schröder dentro del gabinete. Un día después del desastre del SPD en Renania Westfalia del Norte, Lafontaine anunció finalmente su abandono del SPD y su disposición a encabezar la Alianza de Izquierda en la batalla electoral de este verano. Es probable que Lafontaine regrese al parlamento como el portavoz de la Alianza de Izquierda. Es verdad que nunca se ha considerado un socialista o un marxista y que, como muchos otros del WASG se describe como un socialdemócrata.

Pero para muchos trabajadores y seguidores del SPD él representa un ala más de izquierda y una versión más creíble de la socialdemocracia tradicional y un portavoz de los trabajadores normales, los pobres y las víctimas de la ofensiva neoliberal. Otro dirigente parlamentario de la nueva Alianza de Izquierda es Gregor Gysi, antiguo dirigente del SPD y un portavoz elocuente que disfruta de cierta popularidad, especialmente en el Este. Por todo el país se puede escuchar a gente diciendo que en esta ocasión “votará a Lafontaine y Gregor”, muchos de los cuales ni siquiera se molestaron en votar durante los últimos años.

El probable ascenso de la Alianza de Izquierda y el posible regreso de Lafontaine ha encendido la luz de alarma en los cuarteles generales del SPD. Mientras lanzan ataques patéticos contra el “populismo” de Lafontaine, al mismo tiempo los burócratas del SPD han intentando recurrir a cierta fraseología de izquierda en su manifiesto electoral y con la ayuda de los dirigentes sindicales están intentando lavar su imagen, con la intención de presentarse como los únicos representantes fiables de la clase obrera.

Schroder y compañía están pidiendo al electorado un nuevo mandato para continuar con sus “reformas”. Esas reformas sólo han conseguido enriquecer a la clase capitalista y al diez por ciento más rico de la sociedad, al mismo tiempo que han empobrecido a los desocupados y no ha aparecido el prometido boom que supuestamente crearía nuevo empleo.

La pérdida de puestos de trabajo continúa prácticamente en todos los sectores. Los empresarios están utilizando el temor al desempleo para arrancar cada vez más concesiones a los trabajadores y socavar a los sindicatos. Aunque a través de una lucha decidida los trabajadores de artes gráficas han conseguido recientemente defender la jornada de 35 horas (aunque dando por otro lado concesiones en otros frentes), otros sindicatos han cedido sin luchar e incluso han llegado a firmar acuerdos prolongando la jornada laboral sin suba salarial.

Cuando Schröder sustituyó a Kohl en 1998, prometió acabar con el problema del desempleo. Con sus métodos burgueses ha fracaso totalmente. Con 4.7 millones de parados oficialmente (casi el 10%), la prisa de Schröder para celebrar elecciones anticipadas es una expresión de que ni él mismo cree en sus propias perspectivas. Hasta hace poco Schröder había suscitado esperanzas en que sus penosas operaciones (“Reformas”) conseguirían un nuevo y sostenido boom económico y el milagro del empleo para el año 2006, de este modo podría regresar al gobierno a finales de 2006 ya que todo el mundo habría visto las maravillas y milagros de su política.

Muchos activistas y organizaciones sindicales regionales ya no aceptan la lógica de apretar los dientes y aceptar al SPD como el “mal menor”. Han invitado a Lafontaine a hablar en reuniones sindicales regionales y en asambleas de fábrica para plantear sus ideas.

Bajo esta presión de un ambiente crítico, incluso Los Verdes que durante los últimos habían degenerado rápidamente en una versión moderna de liberalismo, en las últimas semanas están utilizando una fraseología más de izquierda subrayando su preocupación más por los problemas sociales que por los ecológicos.

Con las elecciones probablemente dentro de dos meses, las cosas parecen muy volátiles en el seno de la sociedad alemana. Es verdad que el reformismo sin reformas de Schröder fortalece a los demócrata-cristianos y que existe un cierto ambiente de cambio, pero tampoco hay entusiasmo con los demócrata-cristianos y su programa, algunos trabajadores políticamente atrasados tienden a darles una oportunidad pero al mismo tiempo no esperan mejoras reales de una futura coalición burguesa. Algunos observadores no excluyen la posibilidad de que dada la fortaleza inesperada de la Alianza de Izquierda y la movilización de antiguos no votantes pueda darse un parlamento con una gran coalición de socialdemócratas y demócrata cristianos. Los dirigentes del SPD han excluido categóricamente cualquier cooperación con la Alianza de Izquierda en el futuro parlamento.

La posición de los marxistas

En esta campaña electoral los marxistas daremos un apoyo crítico a la Alianza de Izquierda y defenderemos consignas contra los partidos burgueses y por una mayoría de izquierda en el Bundestag con un programa socialista. El surgimiento de una fuerte oposición de izquierda en el futuro Bundestag será un paso adelante para el movimiento. Pero no podemos dar a los dirigentes reformistas y arribistas que están en esa alianza un cheque en blanco. Utilizaremos el período electoral y los próximos meses para insistir en la necesidad de vincular todas las reivindicaciones concretas de la izquierda a la cuestión de qué clase detenta el poder en la sociedad. Con el enorme nivel de endeudamiento público y el aumento de la riqueza del 10 % más rico de la sociedad, ni siquiera un programa reformista se podría llevar a cabo dentro del marco del capitalismo.

Debemos luchar por una postura de clase dentro de la Alianza de Izquierda y para que los futuros parlamentarios vivan con el salario medio de un trabajador calificado. Una vez elegido el nuevo grupo parlamentario, la Alianza de Izquierda debe resistir todas las tentaciones de convertirse en un socio menor del SPD pos-Schröder, hay que intentar ganar a la base del SPD y los sindicatos para un programa de transformación socialista radical de la sociedad.

15 de julio de 2005

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