El domingo 7 de diciembre los rusos fueron a las urnas para elegir a los representantes de la Duma estatal, la cámara baja del parlamento. Los datos que aparecen en el periódico económico Kommersant, basados en el 97,87% de los votos, son los siguien El domingo 7 de diciembre los rusos fueron a las urnas para elegir a los representantes de la Duma estatal, la cámara baja del parlamento. Los datos que aparecen en el periódico económico Kommersant, basados en el 97,87% de los votos, son los siguientes: Rusia Unida 222 escaños; Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), 53; Partido Democrático Liberal (PDLR) 38; Patria 37, independientes 65 y otros 16 diputados de otros partidos políticos elegidos como candidatos por su distrito electoral.

 

El partido Rusia Unida, que contaba con el apoyo del Kremlin, consiguió el 37% de los votos. Además, otros dos partidos leales al Kremlin, el Partido Democrático Liberal del ultra-nacionalista Vladimir Zhirinovski y Patria de Sergey Glazeev, también contaron con un buen apoyo, subrayando el dominio que tiene Putin de la escena política. Por otro lado, el PCFR de Zyuganov vio reducido su voto a sólo el 12,7% del electorado.

Este resultado permite a Putin controlar el Parlamento. Debido al sistema de votación de Rusia donde los parlamentarios son elegidos tanto por la lista de su partido, si ésta recibe más del 5% de los votos, y también como candidato de su distrito electoral, la base real de los partidos pro-Putin en la Duma es ahora más fuerte. En primer lugar, muchos partidos, incluidos los partidos de derechas liberales Yabloko y SPS (la Unión de Fuerzas de Derecha) no han conseguido el 5% necesario. De esta forma, el 30% de los votos fueron después asignados a los partidos que ya habían conseguido representación en la Duma. En segundo lugar, debido al apoyo de la administración, Rusia Unida ganó muchas de las elecciones a candidato del distrito.

Putin ha conseguido reforzar su régimen bonapartista. Sus aliados ahora pueden controlar dos tercios de la Duma, muchos más del 40% que tenían anteriormente. Esto proporciona a Putin una base fuerte para ganar las próximas elecciones presidenciales que se celebrarán el próximo mes de marzo. Con la Duma en el bolsillo tendrá además la palanca para aprobar nuevas leyes sin demasiada obstrucción.

Un comentario asombroso que ilustra esta situación es la queja de un antiguo director de cine soviético, dijo que votar ya no era una ocasión festiva porque en la antigua época incluso aunque sólo hubiera un candidato al menos en los colegios electorales había flores y música. Por supuesto es un chiste. Las antiguas “elecciones” eran ocasiones festivas sólo para los burócratas privilegiados porque el sistema de un solo partido protegía sus carreras e ingresos. Pero al menos en la economía nacionalizada y planificada los trabajadores disfrutaban de ciertos beneficios que ahora han desaparecido con el régimen capitalista.

Por qué ganó Putin

Putin convocó las elecciones como “otro paso para fortalecer la democracia”, por lo menos demuestra que al presidente ruso no le falta sentido del humor. El nuevo parlamento estará dominado por los partidos pro-Kremlin (partidos en realidad creados por el Kremlin) y estará desprovisto de ideología, aparte la nacionalista en diferentes grados. Todo esto tiene poco que ver con la democracia y mucho con el poder. Estas elecciones son parte de un proceso mediante el cual Putin ha ido consolidando su control sobre el Estado y gobierno rusos.

Por el momento Putin ha conseguido el resultado que buscaba: crear un gran bloque parlamentario que le permita cambiar la constitución, para ello necesita una mayoría de dos tercios. El significado de estas elecciones es precisamente el incremento del poder del presidente y la reducción del poder de la Duma. Esto es exactamente lo contrario de la democracia parlamentaria. La Duma ha perdido todo rasgo de independencia, si en algún momento la ha tenido como institución.

Son varias las razones del éxito de Putin. Sin duda también ayudó una situación económica favorable. Con un crecimiento económico próximo al 6,5% anual, superior al 4,5% previsto, Putin se ha visto beneficiado por una calma temporal de las tensiones sociales. Después de una década de colapso y miseria, la situación actual parece un poco mejor que la anterior. El presidente utiliza la mejoría relativa de la economía para propagar la idea de que las cosas ya no son tan malas, se van a pagar las pensiones, etc.,

Además, el aparato del Estado ha utilizado sus recursos (como la televisión pública) para manipular al electorado e incrementar el apoyo a los partidos pro-Kremlin. Un ejemplo de esto es la publicidad que se le ha dado al partido Patria que ha conseguido casi el 10% del voto nacional, a pesar de que se fundó hace unos cuantos meses.

El proceso político es completamente desigual. El Kremlin ha organizado una serie de partidos que apoyan al presidente para crear una “democracia dirigida”, donde los partidos políticos supuestamente se desafían entre sí pero mantienen sus discrepancias dentro de los límites establecidos por el Kremlin. El resultado es que todo el mundo sabía por adelantado que Putin ganaría estas elecciones fácilmente, independientemente de la correlación de fuerzas existente entre los distintos partidos que le apoyaban.

Sin embargo, la razón principal del éxito de Putin es la ausencia de una alternativa clara. Aparte de sus vínculos con el presidente, a todos los partidos que le apoyan les une su nacionalismo, algo típico utilizado por los regímenes bonapartistas para crear la ilusión de que ellos representan a la Nación. Otra clara indicación del carácter bonapartista de la dirección del presidente Putin son sus maniobras entre los diferentes partidos y capas de la sociedad para enfrentarlos entre sí y aumentar su propia popularidad. En este contexto el semanal Kommersant Vlast (que significa poder) describía la fuerte posición de Putin en la cúpula de los políticos rusos porque conseguía manejar a las fracciones rivales como si fuera una baraja de cartas. Estas barajas eran la camarilla familiar de Yeltsin, los reformistas de San Petersburgo, los liberales y los siloviki (los representantes de las fuerzas de seguridad), y Putin es el as en cada uno de los palos. Las elecciones han dado nuevos ejemplos de sus vínculos con estos grupos.

El bonapartismo de Putin

El régimen de Putin está intentando identificar la nación con el aparato del Estado, apelando a los rusos para que se unan bajo la dirección de un “Estado fuerte”. Esta propaganda demagógica tiene cierto eco entre sectores atrasados de la población en un país que está luchando para intentar recuperarse del colapso de la Unión Soviética. Los años de “reforma de mercado” han significado una humillante dependencia de occidente y esto ha provocado mucho resentimiento. Pero el truco de Putin de hablar en nombre de “todos los rusos” es una mentira y un engaño.

Putin es un Bonaparte burgués que defiende los intereses de los ladrones que se han enriquecido a expensas de la población. Este hecho no cambia a pesar del arresto del oligarca ruso Mijail Khodorkovsky. En octubre Khodorkovsky fue arrestado y acusado de fraude y evasión de impuestos, cargos relacionados con su gestión del gigante petrolero Yukos. Naturalmente no sentimos simpatía hacia estos oligarcas que han acumulado fabulosas fortunas robando los bienes del Estado en las turbias privatizaciones de mediados de los años noventa, pero el encarcelamiento de Khorkosvky estuvo dictado no por la oposición de Putin a la oligarquía, sino por sus temores a un contrincante político potencial.

Parte del apoyo de Putin se puede explicar por sus “ataques” demagógicos a los oligarcas rusos que han perdido aliados clave en las elecciones. Pero esta postura no representa un ataque al capitalismo ruso, sólo es un intento de redistribuir el botín conseguido en el saqueo de la economía nacionalizada y la riqueza de la población rusa. La victoria de Putin tampoco significará una marcha atrás de las políticas capitalistas de mercado. Las reformas económicas continuarán, sólo que beneficiarán a grupos de gángsteres distintos. Después de haber conseguido una mayoría fuerte Putin girará hacia un control más centralizado y el autoritarismo. El resultado será una mezcla aún más repulsiva de las peores características del capitalismo con las peores del viejo sistema estalinista.

Esto se enmarca dentro del proceso general de consolidación del poder de Putin (bonapartista), ahora ha puesto un signo de interrogación sobre la validez de las privatizaciones de principios de los años noventa donde salieron perdiendo sectores del Estado, como las fuerzas de seguridad. Si estas privatizaciones se llevan ante los tribunales inevitablemente será en interés del Estado que controla la judicatura. Un nuevo reparto de la propiedad fortalecerá a Putin con respecto a los oligarcas, esto es importante para Putin porque los oligarcas tienen el poder potencial, un interés materialista, para oponerse a él. También fortalecería su base aún más porque los beneficios de las primeras privatizaciones se dividirían entre los representantes del aparato del Estado, que agradecerán a Putin sus nuevos beneficios mal adquiridos.

El llamamiento de Putin al nacionalismo ha sido seguido servilmente por todos los demás partidos incluido el PCFR. Una característica asombrosa de la campaña electoral fue que incluso los partidos que son independientes de Putin se presentaron como leales patriotas, desde el PCFR a los partidos de derechas. Los carteles de Yabloko decían “¡Rusia ganará!” Los partidos de la oposición no se distinguían de la línea del presidente. Esto se aplica particularmente al PCFR con sus dos consignas principales: nacionalismo y crítica de la oligarquía, que resultaban más convincentes en boca de los partidos que están en el poder.

Hipocresía de los imperialistas

Estos resultados no eran los que quería occidente. Desde hace algún tiempo los estadounidenses han cambiado su política exterior. En lugar de apoyar a dictaduras bonapartistas, prefieren “democracias” burguesas débiles que puedan controlar más fácilmente. Después de la caída del estalinismo habían calculado que la Rusia capitalista sería débil, un Estado semi-colonial, bajo su control, que podrían explotar su petróleo, gas y otros recursos naturales. Un régimen bonapartista con tintes nacionalistas fuertes sería una amenaza potencial para occidente.

La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que vigilaba las elecciones, denunció que estaban “muy distorsionadas”. Eso es una subestimación. Los medios de comunicación estatales han apoyado en un 101 por ciento a Putin y los candidatos opuestos al presidente contaron con mucho menos tiempo de televisión que los seguidores del presidente. Los recursos del gobierno se movilizaron para apoyar a los partidos pro-Kremlin. Por ley, el presidente de Rusia se supone que no puede hacer campaña por ningún partido político, pero Putin se ha dedicado en público a alabar las virtudes de “Rusia Unida”.

En la campaña electoral de hace cuatro años Putin apoyó a partidos liberales como el SPS (el partido de la elite empresarial) y más tarde hizo un pacto con los oligarcas para no revisar las privatizaciones si estos últimos no interferían en política. En esta ocasión Putin y sus secuaces atacaron a los partidos de derechas y a la oligarquía, encarcelando a Mijail Khodorkovski. Todos los partidos presidenciales atacaron a los oligarcas. El PDRL tenían como consigna: “Para los pobres, para los rusos”, mientras que los dirigentes de Rusia Unida declaraban que ellos estaban ahí para defender el orden y la justicia.

A pesar de todos los lamentos de la OSCE sobre la manipulación electoral, la reacción de occidente ha sido el silencio. EEUU —que con frecuencia ha recurrido a Rusia como aliado en su guerra contra el terrorismo— ha mantenido la boca cerrada. El malestar de occidente no está dictado por el amor a la democracia o la preocupación por el destino del pueblo ruso. Le molesta que sus títeres en Rusia —los partidos “liberales” Yabloko y la Unión de Fuerzas de Derecha (SPS)— hayan sido derrotados. The Economist se lamentaba: “En los doce años que han pasado desde la caída de la Unión Soviética han fracasado en su intento de captar a los votantes rusos. Recientemente, han quedado lastimados por su apoyo a las grandes empresas, especialmente en medio de las populares medidas enérgicas contra Yukos. Pero su derrota también podría contener las semillas de la necesaria reflexión y relanzamiento. Un movimiento liberal más vibrante, con dirigentes más jóvenes y dinámicos, es lo que podría surgir de las cenizas”.

Las quejas de occidente destilan hipocresía. Los imperialistas han pasado más de una década presionando a Rusia para que emprendiera rápidamente el camino de la llamada “reforma de mercado”. Ahora se quejan de que la población rusa, que ha sufrido una miseria y privaciones terribles debido a esta política, se haya vuelto en contra de sus autores. La aplastante derrota infligida a los partidos liberales burgueses pro-occidentales es, en el fondo, un voto devastador de no confianza en el mercado y en sus obras.

La debilidad de la oposición

Aunque era falsa de principio a fin, la demagogia bonapartista de Putin fue bastante efectiva a la hora de engañar a las masas. Los partidos “liberales” burgueses de derechas criticaban a Putin por sus ataques a la oligarquía y esto se volvió en su contra como demuestra su colapso electoral. Los defensores más abiertos de la “economía de mercado” fueron aplastados. El ambiente subyacente de las masas es profundamente receloso y hostil hacia el capitalismo.

El sentimiento de las masas antimercado, anticapitalista y antioccidental podría y debería haberse expresado en un voto masivo al Partido Comunista (PCFR). Pero bajo la dirección de Zyuganov el PCFR no ha avanzado hacia una verdadera política comunista, todo lo contrario, se ha dedicado a flirtear con las grandes empresas e incluso ha incluido a empresarios en sus listas electorales. Ha intentado competir con Putin en su propio terreno, es decir, el nacionalismo ruso. Pero esto era completamente contraproducente. Los rusos se decían: si queremos un nacionalista burgués debemos votar a Putin. ¿Por qué vamos a votar una pobre imitación cuando podemos votar por el producto auténtico?

El PCFR criticó a Putin por encarcelar a Khodorkovsky. Desde cualquier punto de vista fue el colmo de la estupidez. La gran mayoría de los rusos sabe que este hombre es un ladrón y están de acuerdo con su encarcelación. Un verdadero partido marxista estaría a favor del arresto no sólo de Khodorkovsky, también de todos los oligarcas y mafiosos que han saqueado la riqueza de Rusia durante más de una década y que han hundido a la población rusa en la más abyecta miseria. Pero esta tarea es de la clase obrera rusa que debe tomar el poder en sus manos, esa es la única salida al caos actual.

Es necesario arrestar no sólo a los ladrones, hay que recuperar lo robado a la población expropiando la tierra, los bancos y las industrias, y poner toda la riqueza bajo el control y gestión de los trabajadores. Ese es el mensaje que el PCFR debería trasladar si fuera realmente un partido comunista leninista. Este es el mensaje que la población rusa quiere escuchar. Desgraciadamente, Zyuganov y los dirigentes del PCFR no defienden una política leninista, en su lugar se basan en aquellos sectores de la burguesía que se oponen a Putin por razones propias. Han aceptado subvenciones de estos elementos e incluso les han incluido en sus listas electorales. Esta es una receta acabada para el desastre y explica porqué el partido ha sufrido una derrota tan humillante en estas elecciones.

La derrota de los partidos burgueses liberales testifica la oposición subyacente a la economía de mercado en Rusia, la población correctamente la ve como la responsable de la caída de los niveles de vida. Esta oposición demuestra el apoyo potencial que existía para el Partido Comunista pero sus dirigentes lo han desperdiciado con su política oportunista.

La conducta del PCFR después de las elecciones no es mejor de lo que era antes. No han organizado una campaña seria para denunciar las manipulaciones del Kremlin, se han limitado, en palabras de Zyuganov, a quejarse de la “lamentable farsa”. Hace cuatro años, después de las elecciones, la fracción del Partido Comunista llegó a un acuerdo con Putin y eso le permitió a Putin atacar a los liberales. Por supuesto, en el momento en que el PCFR quedó desacreditado Putin se deshizo de él sin ningún tipo de ceremonias.

Vemos que la fuerza real de Putin no es tanto la viabilidad de su propio gobierno y su capacidad de previsión, sino el hecho de que no tiene ninguna oposición.

Putin: un “gigante” con pies de barro

A pesar de las apariencias, la realidad es que Putin no es mucho más popular que antes de las elecciones. Como ya hemos señalado el sistema electoral distorsiona y exagera la popularidad de los partidos que apoyan al presidente. El aumento del voto por Rusia Unida, que ha pasado del 23,32% en 1999 (cuando se llamaba sólo Unidad) al 37% actual, se debe en gran parte a su fusión con el anterior partido Patria, este último contaba con el apoyo de muchos gobernadores y consiguió un 12% en las pasadas elecciones.

Después de las elecciones Putin ha continuado su política bonapartista de equilibrarse entre las diferentes capas de la elite. Ha pedido a los partidos, es decir, a Yabloko y el SPS, que reconsideren qué han hecho mal (no apoyarle) y les ha tranquilizado diciéndoles que su gobierno hará lo mejor por el país. El viernes antes de las elecciones, Anatoli Chubais, uno de los líderes del SPS, actual director del monopolio eléctrico RAO UES y artífice de las privatizaciones de los años 90, mantuvo una reunión de tres horas con Putin, con toda probabilidad discutieron el rumbo económico del futuro gobierno.

Algunos comentaristas sugieren que Putin incorporará a nuevos miembros de los partidos liberales a su gobierno, para “fortalecer su rumbo reformista”. En realidad, en la anterior Duma sólo el SPS apoyó la política económica del gobierno. De esta forma, ha revelado inmediatamente sus verdaderos colores (burgueses). Después de que el electorado rechazara decididamente a los liberales burgueses, Putin les ofreció admitirles por la puerta trasera.

Esto plantea inmediatamente la cuestión de cómo partidos como el SPS han sido castigados en las elecciones por su programa económico mientras el gobierno, que fue apoyado mayoritariamente, está aplicando precisamente el mismo programa. La respuesta es muy sencilla. No hay diferencia real entre Putin y Chubais. Defienden el mismo programa de mercado que sólo traerá miseria, desempleo y opresión para la población rusa. Cuando las masas lo tengan claro veremos una reacción violenta contra Putin.

La contradicciones del régimen bonapartista

Estos resultados reflejan el aumento del poder presidencial. Después de conseguir este poder está claro que Putin desea mantenerlo. La constitución dice que un presidente sólo puede presentarse al cargo en dos legislaturas. Ahora Putin tiene la oportunidad de cambiar la constitución y concederse más tiempo para el cargo. ¿Por qué no disfrutar de los frutos del poder durante tanto tiempo como sea posible?

A primera vista parece que la posición de Putin es intocable. El parlamento ruso ahora es completamente servil al presidente, algo que Yeltsin, el anterior presidente, ni siquiera pudo soñar. Las tensiones parlamentarias eran un reflejo de la intensidad de las contradicciones sociales. Pero estas contradicciones resurgirán con renovada virulencia en el próximo período. Las contradicciones no se han resuelto, simplemente están escondidas bajo la superficie, confiriéndoles un carácter más agudo e irreconciliable.

Podemos prever por adelantado que el “Estado fuerte” de Putin será un régimen en crisis, lleno de contradicciones, antagonismos y conflictos a todos los niveles. Las luchas entre los diferentes sectores de la burocracia y la burguesía provocarán una crisis tras otra.

Los problemas de Putin se multiplicarán si la economía deja de crecer, algo inevitable debido al callejón sin salida del mercado mundial y la posibilidad de una caída intensa de los precios de las materias primas, estas dos cosas golpearían duramente a Rusia. La relativa mejora de la economía rusa sólo ha sido posible gracias a la subida en el mercado mundial de los precios del petróleo y el gas. Pero no hay garantía de que esta situación continúe. La debilidad fundamental de Putin se ve en que no tiene un programa económico claro. El “programa” de los nuevos legisladores es hacer cualquier cosa que el gobierno les pida.

Ninguno de los partidos que apoyan al presidente es una entidad independiente con una estructura arraigada en la población. Estos partidos son creaciones artificiales, basan su existencia en el apoyo de la elite política del Kremlin. Se desintegrarán y desaparecerán en el futuro tan rápidamente como aparecieron.

Patria se acercó al electorado con una política clave, poner impuestos a la extracción de recursos naturales del país, la ausencia de impuestos está permitiendo a los grandes monopolios del gas y el petróleo obtener ingentes beneficios mientras que los rusos normales no ven nada de esta riqueza. Sin duda era una reivindicación popular. Pero sigue siendo un misterio como llevaría esto a la práctica.

Aparte de Glazeyev, que era miembro del gobierno contrarreformista de principios de los años noventa pero que dimitió en señal de protesta por el asalto al Parlamento de Yeltsin en 1993, Patria también incluye al anterior gobernador del banco central, Viktor Geraschenko. Putin tiene la posibilidad de cooperar con este partido. Sin embargo, el papel que Patria jugará en el futuro parlamento es todavía desconocido. Hasta el momento los intereses de Patria y el Kremlin han coincidido en la creación de un partido destinado a dividir el voto del PCFR, en qué más pueden coincidir sus intereses es otra cuestión.

Estos partidos políticos asociados con la administración han dado su apoyo por las promesas de suministrar gas y electricidad a las ciudades, pero si el dinero se agota y no se cumplen las promesas, probablemente veremos escisiones dentro de estos partidos y éstos mismos quedarán desacreditados ante la población. En esas condiciones incluso es poco probable que el partido Rusia Unida se mantenga como un bloque parlamentario sólido, la más probable es que cuando estalle la crisis también se rompa en sus partes constituyentes.

¿Y ahora qué?

Todos estos acontecimientos están siendo observados de cerca por la clase obrera. Las masas darán un poco de tiempo al nuevo gobierno. Será un período de “esperar y ver”, pero no durará para siempre. La relativa mejoría económica tampoco durará infinitamente. En el momento que las masas no vean la mejoría prometida de sus niveles y condiciones de vida, el escenario estará dispuesto para un nuevo despertar de la lucha de clases. Al principio se producirá fuera del parlamento, con huelgas, protestas y manifestaciones. Pero tarde o temprano, buscarán una expresión política organizada. La cuestión es: ¿qué forma adoptará esta expresión política? ¿Cómo influirán las pequeñas fuerzas del marxismo?

Existe el potencial para que en el futuro se desarrolle una fuerte oposición de izquierdas a Putin. Se ha podido ver en el voto masivo contra aquellos partidos asociados con la privatización y la economía de mercado. En estas elecciones el voto potencial de la izquierda ha quedado distorsionado por la aparición de Patria y con su dirigente, Galzayev, que fue una destacada figura del PCFR. Pero esta formación no tiene futuro. Se dividirá y desaparecerá debido a sus conexiones con Putin y su camarilla.

A pesar de todo el PCFR sigue siendo el único partido viable de la oposición. Es el único partido con una base de masas en Rusia. Inevitablemente, en el futuro expresará la oposición activa de la clase obrera contra el régimen y el sistema capitalista. Se recuperará de esta debacle y se convertirá en el canalizador de la furia de los jóvenes y trabajadores rusos contra Putin.

Es imposible para las masas expresarse a través de pequeños grupos. Todos los partidos comunistas pequeños han colapsado y ahora son un factor insignificante en la vida política rusa. Para las masas el PCFR es la única alternativa. Si los marxistas rusos quieren romper su aislamiento deben comprender este hecho y vincularse con el movimiento de las masas. El impresionismo y el empirismo aquí no son una guía. Es necesario tener una comprensión marxista del proceso dialéctico a través del cual se desarrolla la clase obrera.

A pesar de sí mismos, los dirigentes del PCFR tendrán que pasar a la oposición y al menos, parcialmente, dar una expresión al descontento de las masas. En determinado momento, las masas tomarán a estos dirigentes por el cuello y les llevarán al poder. Esto sacará a la superficie todas las contradicciones internas que existen dentro del PCFR, con el surgimiento de una corriente de izquierdas de masas que exigirá una verdadera política comunista. Es esencial que los marxistas participen en este proceso y encuentren la forma de llevar a los elementos de izquierdas y más críticos del PCFR.

Rusia se enfrenta a un nuevo período tormentoso. Estas elecciones no han solucionado nada, sólo han abierto una nueva página de la historia rusa, nueva e incluso más convulsiva. Tarde o temprano la clase obrera rusa pasará factura. En las grandes batallas de clase que se avecinan, las ideas del bolchevismo y la revolución de octubre encontrarán una audiencia de masas. Los comunistas y los trabajadores de Rusia descubrirán la verdadera situación. Cuando eso ocurra ninguna fuerza sobre la tierra será capaz de detenerles.


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