La Carta Magna de la Unión Europea y su ampliación el próximo año en otros diez países han sido los dos aspectos que la burguesía, a través de los grandes medios de comunicación, más ha destacado de la Cumbre Europea celebrada los días 21 y 22 de junLa Carta Magna de la Unión Europea y su ampliación el próximo año en otros diez países han sido los dos aspectos que la burguesía, a través de los grandes medios de comunicación, más ha destacado de la Cumbre Europea celebrada los días 21 y 22 de junio en Grecia. En su intento de insuflar optimismo a la “ciudadanía”, con un hipotético futuro lleno de democracia, empleo y estabilidad, se han cuidado de ocultar, o poner en un muy segundo plano, algunos detalles de la realidad como la parálisis que sufre la economía europea, la ofensiva que la burguesía está lanzando a los derechos sociales y laborales de los trabajadores o las tesis marcadamente militaristas que van a determinar la política exterior de la UE. Todo eso sin contar con el hecho de que la ampliación y la Constitución europea, cuyo texto definitivo se empieza a discutir desde ahora, van a provocar bastantes tensiones en el seno de la UE.

“El PIB actual de la zona euro es cero” (Cinco Días, 16/06/03) así de claro es el informe de la OCDE. Efectivamente, el PIB de la zona euro, según el mencionado organismo, ha pasado de un raquítico crecimiento del 0,1% en el último trimestre de 2002 a un 0% en el primer trimestre de 2003. El panorama internacional tampoco es muy diferente. Así, en ese mismo período, los países de la OCDE han crecido un 0,3%, EEUU un 0,5% y Japón un 0,1%.

Alemania, que representa el 30% de la producción de la zona euro y que es el mercado más importante para la mayoría de los países europeos, está en recesión, con dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Según muchos analistas no cabe esperar un cambio significativo de la situación a lo largo del 2003. Ya han sido varias las instituciones privadas alemanas que han hecho público su pronóstico de “crecimiento cero” para este año. En el pronóstico de que la economía europea no vaya a repuntar a corto plazo, aparte del contexto internacional y el “agotamiento de la demanda interna”, influye muy significativamente el hecho de que no se detecta “ánimo inversor”, por utilizar la terminología de la prensa económica burguesa. El informe económico de La Caixa del mes de junio, en el capítulo dedicado a Europa, afirma: “Tampoco cabe esperar un impulso destacado de la inversión mientras la evolución de la utilización de la capacidad productiva sigue siendo a la baja”.

Para concluir con el esbozo de la situación económica europea algunos datos más: Francia, aunque ha crecido un 0,3% en el primer trimestre, tampoco se trata de una cifra muy alentadora. En Italia el PIB ha sido negativo: -0,1.

Ofensiva contra los trabajadores

Con la gravedad de la crisis en Europa los capitalistas han vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de soltar el “lastre” que significan los derechos sociales y laborales desde su punto de vista. Así, los planes de Schröder de ataques a la sanidad, educación, pensiones, subsidio de desempleo, a los derechos laborales, etc. tienen como objetivo hacer “más competitivas las empresas” por la vía de una mayor explotación del trabajo. Los datos son muy claros. Se prevé que la Agenda 2010 de Schröder “ahorrará al Estado” 5.700 millones de euros, una cantidad muy similar a los 6.000 millones de rebajas fiscales prometidas a las empresas. En realidad se trata de una pura y dura transferencia de riqueza del trabajo al capital. Como siempre hemos explicado los marxistas, la aceptación de la lógica del mercado tiene su propia dinámica, que está llevando a la dirección del SPD y sus socios, los Verdes, a aplicar una política que no tiene ninguna diferencia con la de Chirac-Raffarin en Francia, con su plan de recorte de las pensiones o con los planes del también derechista gobierno austriaco, que van en la misma línea.

Todos estos ataques están provocando una respuesta social muy fuerte (ver EM nº 162). En Francia asistimos a las mayores movilizaciones de 1995, en Austria no se veía un movimiento huelguístico tan amplio desde 1950 y en Alemania los planes de Schröder están profundizando las grietas internas que desde hace ya algún tiempo se ven en la dirección del SPD y de los sindicatos, debido a un fuerte malestar de su base social.

La burguesía, espoleada por la apremiante necesidad de recuperar sus beneficios y mantener su cuota del mercado mundial, se ve en la obligación de hacer retroceder en décadas las conquistas de los trabajadores europeos. Este es su objetivo central y parece claro que han dado el pistoletazo de salida a una ofensiva que va para largo. De hecho, entre las directrices adoptadas en la cumbre de Grecia está la de profundizar en la flexibilización del mercado laboral y la reforma de sistema de pensiones. Toda esta situación apunta a que entramos en un periodo turbulento en lucha de clases en Europa, con serias consecuencias políticas.

Política exterior

La cumbre de Grecia ha dejado en evidencia lo que ya apuntamos hace tiempo desde estas páginas: que la oposición a la guerra de Iraq por parte de Francia y de Alemania no era por los mismos motivos e intereses que tenían los trabajadores y de los jóvenes europeos. Como por arte de magia, toda la crítica de los “líderes europeos” a la doctrina Bush de “guerra preventiva” se ha convertido en adhesión incondicional. En referencia a los fundamentos de la política exterior europea discutidos en la cumbre de Salónica, El País (20/06/03) refleja lo siguiente: “...el aspecto más llamativo reside en los insistentes y coincidentes mensajes de que en muchas ocasiones es y será necesario que Europa intervenga con carácter preventivo antes de que estas amenazas (terrorismo, armas de destrucción masiva y Estados en descomposición) sean más peligrosas aún o de que se concreten en ataques de gran envergadura”. Citando directamente el documento Una Europa segura en un mundo mejor, defendido por Javier Solana, alto representante para la Política Exterior y de Seguridad: “Con las nuevas amenazas, la primera línea de defensa estará a menudo en el extranjero. (...) Debemos estar preparados para actuar antes de que se produzca una crisis. (...) Nunca es demasiado pronto para empezar a prevenir los conflictos y las amenazas. (...) Tenemos que desarrollar una estrategia que favorezca una intervención temprana, rápida y, en caso necesario, contundente”. Para más abundancia, el documento insiste en que Europa no debe limitarse a tareas de mantenimiento de paz, interposición, gestión de crisis... sino que debe intervenir en “operaciones conjuntas de desarme, apoyo a terceros países en la lucha contra el terrorismo y la reforma del sector de la seguridad”. Por lo que se ve, la “doctrina Bush” tiene poco que envidiar a la política exterior europea discutida en Salónica. De hecho, esta cumbre ha venido precedida del respaldo de Francia y Alemania a la ocupación militar de EEUU de Iraq (ver EM nº 162) y la misma reunión se ha presentado como el cierre de la crisis abierta a raíz de la guerra.

El tono belicista y “preventivo” que ha salido de Salónica debería ser motivo de reflexión para aquellos dirigentes de la izquierda, como Zapatero y Llamazares, que querían supeditar el movimiento contra la guerra dentro de los límites tolerables por los supuestos “aliados tácticos” que ahora resulta que no sólo legalizan la ocupación de Iraq por parte de EEUU sino que repiten las mismas amenazas contra Corea e Irán a la que ya nos tenía acostumbrados Bush.

¿Qué significado tiene todo eso? En primer lugar que junto a una política de ofensiva contra los trabajadores en el frente interno, los capitalistas europeos, sobre todo Francia y Alemania, se disponen a hacer una política “más” imperialista hacia fuera, para hacer valer sus intereses nacionales y contribuir, con el imperialismo americano, a cortar cualquier amenaza al sistema. La política externa e interna están totalmente interrelacionadas y las dos vienen determinadas por la crisis mundial del capitalismo.

En segundo lugar, aunque las tensiones con EEUU inevitablemente se mantendrán, por los intereses contrapuestos de carácter comercial y geoestratégico, los imperialistas quieren evitar en lo posible que el enfrentamiento llegue demasiado lejos, al punto de poner en evidencia la inutilidad de organismos como la ONU —como ha ocurrido en la guerra contra Iraq— que tanto había servido al imperialismo para cubrir sus intervenciones de un manto humanitario y “legal”.

¿Por un alternativa ‘multipolar’?

Vista la impotencia del imperialismo europeo para hacer frente a los planes de los norteamericanos, quizás han valorado que tanto pataleo público contra EEUU ha conllevado más desventajas que ventajas. Las diferencias por arriba han contribuido a alimentar un movimiento por abajo que ha tenido una carga de crítica al sistema muy fuerte. Por otro lado, la posición contra la guerra por parte del gobierno alemán y francés no les ha proporcionado un mayor margen de maniobra para luego aplicar los planes de recortes sociales que tenían previsto. Toda esa experiencia parece que está inclinando a la burguesía francesa y alemana a profundizar en la táctica del “enemigo exterior” para despistar a la clase obrera en su propio país. Además, la lucha contra el “terrorismo global” se está verificando como la mejor excusa para recortar derechos democráticos de los trabajadores y de la juventud. Eso sí, al mismo tiempo que se asume la “doctrina Bush” se deja muy claro que el papel de Europa como gendarme mundial debe ser “en pie de igualdad con EEUU”. Pero las resoluciones no sustituyen a las bombas y a los cañones, y en eso EEUU va muy por delante y si Europa apostara seriamente por disminuir la brecha que le separa de los norteamericanos en el aspecto militar eso implicaría una inversión en armamento que obligaría a reducir aún más los gastos sociales. Quizás, después de todo, alguien vea algo progresista en esa apuesta por un mundo “multipolar” aunque en la práctica, y bajo el capitalismo, esa palabra no puede tener otro significado que una escalada armamentista, una profundización a los ataques contra la clase obrera tanto en el terreno social como en el de los derechos democráticos y una política aún más agresiva contra todos los pueblos que desafíen los intereses imperialistas.

La decisión por parte de la burguesía de llevar adelante una regresión en todos terrenos está teniendo y tendrá en el futuro su contrapunto en la movilización y en la lucha de los trabajadores, en una agudización cada vez mayor de la lucha de clases en todo el mundo. Esta perspectiva es ineludible, pero lo que se desprende de ella es la necesidad de que el movimiento obrero se dote de una orientación genuinamente socialista y revolucionaria, la única manera de hacer frente a un capitalismo decadente cuya única alternativa es la sociedad socialista.


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