La apertura del diálogo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) ha despertado importantes expectativas (un 77% de la población colombiana apoya el diálogo), reforzadas por el anuncio de un cese el fuego unilateral durante dos meses por parte de las FARC.

¿De dónde viene el conflicto armado?

El conflicto armado colombiano hunde sus raíces en la injusta distribución de la tierra y la violencia salvaje con la que la oligarquía colombiana ha respondido históricamente a la reivindicación campesina de reforma agraria y los intentos de los jornaleros agrícolas de organizarse política y sindicalmente. Las FARC nacieron en 1964 y desde entonces ha habido numerosos procesos de diálogo. En 1984, en un contexto prerrevolucionario, las FARC anunciaron una tregua y lanzaron un gran movimiento político-social: la Unión Patriótica (UP), al que se incorporaron decenas de colectivos populares y sociales de base y centenares de miles de activistas. Pero este intento de construir un gran frente de izquierda legal se saldó con el asesinato entre 1986 y 1989 de más de 3.000 activistas y cuadros por parte de sectores del propio Estado en colaboración con paramilitares financiados por los capitalistas.
Tras el fracaso de la última negociación (1998-2001), una poderosa campaña nacional e internacional presentó a los guerrilleros como narcotraficantes o, incluso, equiparándoles a Al Qaeda. La ausencia de unos métodos y un programa por parte de la dirección guerrillera basados en la organización y movilización de las masas para luchar por sus reivindicaciones básicas, ayudó a la burguesía a erosionar el apoyo a las FARC y aislarlas de amplios sectores de las masas, sobre todo en las ciudades. Aunque siguen manteniendo influencia significativa en algunas zonas rurales, según distintos expertos sus efectivos han pasado de 30.000 en su momento álgido a menos de 10.000.

Las divisiones en la burguesía y sus objetivos con el diálogo

En otros artículos hemos explicado las causas de las divisiones dentro de la burguesía colombiana expresadas en el choque entre el actual presidente Santos y el ex presidente Uribe. Básicamente, Santos representa a la oligarquía financiera e industrial que ha controlado el país tradicionalmente y Uribe a la burguesía ganadera y terrateniente y la propia camarilla de políticos, burócratas estatales, empresarios y nuevos ricos (vinculados al paramilitarismo) que fue creciendo bajo sus ocho años de gobierno.
Ambos sectores han utilizado la represión militar y paramilitar contra el pueblo y volverán a hacerlo llegado el caso. Sus diferencias son tácticas: quién controla el Estado y para qué. El sector de Santos, hoy mayoritario, busca disciplinar a la camarilla uribista y poner en marcha una estrategia de reubicación del capitalismo colombiano en la división internacional del trabajo. Dicha estrategia pasa, a corto plazo, por recuperar el mercado venezolano —cerrado tras los ataques de Uribe a Venezuela—, ante las crecientes dificultades que presenta el mercado estadounidense para los productos colombianos. A medio plazo, el objetivo es explotar más intensa y extensivamente alimentos transgénicos, oro y petróleo abriendo a las multinacionales imperialistas y la gran producción capitalista regiones enteras del país hoy improductivas por la excesiva superficie dedicada a la ganadería extensiva o a causa del conflicto militar.
El diálogo con la guerrilla se inscribe en esta estrategia y también busca mantener el apoyo electoral a Santos frente a Uribe, que ha lanzado un movimiento político propio y se opone frontalmente a cualquier diálogo con las FARC.
Santos ha dejado claro que no está en discusión ni el modelo ni las políticas de su gobierno y ha puesto un límite temporal a la negociación. Al mismo tiempo ha anunciado “pasos concretos” y “voluntad real” por parte de las FARC y presentado el encarcelamiento de varios dirigentes paramilitares (incluidos estrechos colaboradores de Uribe) como un paso concreto de su gobierno hacia la paz. También ha facilitado hasta el momento la constitución y realización de actos de masas por parte de Marcha Patriótica, el movimiento surgido en apoyo al diálogo en el que, junto al Partido Comunista, participan decenas de colectivos sociales y en el que muchos ven una posible reconstrucción de la UP de los 80.

La izquierda colombiana y la lucha por la paz

Los dirigentes guerrilleros saben que es la primera posibilidad en mucho tiempo de recuperar iniciativa política y frenar su aislamiento. El ascenso de la movilización de masas en Colombia (auge de luchas obreras, victoria de la lucha estudiantil de este año, etc), la influencia de los procesos revolucionarios en países vecinos como Venezuela o Ecuador, e incluso lo ocurrido en Euskal Herria con ETA, ejercen además una poderosa influencia en sus filas.
Al mismo tiempo, existen muchos obstáculos capaces de dinamitar el proceso, como la trágica experiencia de la UP y la existencia de sectores importantes dentro del aparato estatal y la burguesía colombiana dispuestos a recurrir a esa misma estrategia. En un contexto de incremento de la lucha de clases en todo el mundo y también en Colombia, incluso sectores importantes de la burguesía que hoy apoyan o toleran la negociación podrían cambiar de opinión.
Sectores reformistas, tanto en la izquierda internacional como colombiana, defienden desde hace tiempo que la paz pasa obligatoriamente por un acuerdo de las FARC con la oligarquía que suponga entregar las armas y, al menos “en una primera etapa”, aceptar el sistema capitalista, la constitución, etc., aplazando la lucha por una transformación revolucionaria para un futuro indeterminado. Pero la experiencia histórica y el instinto de clase dice a muchos activistas obreros y populares que este modo de plantear la cuestión es completamente falso.
Ni la paz ni ninguno de los problemas y reivindicaciones sociales que las FARC han planteado a discusión (auténtica democracia y soberanía, reforma agraria, empleo, vivienda y educación dignas) tiene solución mientras se mantenga el capitalismo. La clave para lograr estas aspiraciones sociales es no confiar en pactos o acuerdos con ningún sector de la burguesía sino basarse en la propia organización y movilización de las masas para luchar por un programa que recoja y unifique todas sus reivindicaciones y necesidades. Ello debe ir unido al llamamiento a un Frente Unitario de todas las organizaciones de la izquierda colombiana: CUT, Polo Democrático Alternativo, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos… para movilizar a las masas hasta hacer realidad ese programa.


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