Los pasados 6 y 13 de diciembre se celebraron elecciones regionales en Francia. En la primera vuelta el Frente Nacional (FN) fue el partido más votado, quedando en primera posición en 6 de las 13 regiones metropolitanas. Que un partido ultraderechista sea el primer partido en Francia es, por supuesto, un hecho político grave. Los sectores más conscientes de la clase obrera y de la juventud somos los primeros interesados en señalar la amenaza que supone el crecimiento del FN, y tomar medidas para afrontarla.

Pero precisamente por eso es importante no caer en la manipulación de la burguesía y de sus medios de comunicación, con sus interesados “análisis”, plagados de simplificaciones y exageraciones.

El auge del FN y los ‘analistas’ burgueses

La explicación oficial dominante es que los trabajadores, espoleados por la crisis y los atentados terroristas, se han echado masivamente en los brazos del Frente Nacional, cuyo triunfo sólo habría sido evitado in extremis por la unión “de todos los demócratas” en la segunda vuelta. Clase obrera es parte de la terminología suprimida por los medios capitalistas, porque “ya no existe”. Pero cuando que hay explicar el auge del lepenismo entonces lo utilizan profusamente. Presentan a los trabajadores ante sí mismos como una masa atrasada, presa fácil de la demagogia fascista, incapaz de defender los derechos democráticos. El objetivo de estos análisis es, precisamente, desmoralizar, desmovilizar y desarmar políticamente a la clase obrera.

De entrada, la afirmación de que los 6,8 millones de votos del FN representan el “voto obrero” no cuadra muy bien con las cifras. En Francia hay 45 millones de electores. Los trabajadores franceses están mucho más representados en los casi 23 millones que se abstuvieron en la primera vuelta o 20 millones en la segunda. Tampoco hay que olvidar que en la primera vuelta, aunque el FN fue el partido más votado, con un 27,7%, la izquierda en su conjunto obtuvo un 36% (el PSF el 23,12%, Los Verdes el 3,83%, el Partido de la Izquierda el 2,51% y el PCF el 1,55%); la derecha de Sarkozy, que se presentaba en la coalición Los Republicanos-MoDem, y otros grupos afines obtuvieron el 31%.

Por supuesto que hay obreros que votan al FN (cuyo apoyo, por cierto, prácticamente no aumenta respecto a las presidenciales de 2012), pero su fuente fundamental de votos continúa viniendo de las pequeñas localidades y barrios del norte y la costa mediterránea arrasados por las reconversiones y el paro. Así, en Provence-Alpes-Côte d´Azur, que incluye Marsella, el voto lepenista es mayoritario en las zonas rurales del litoral y claramente menor en las capitales y la región de los Alpes. En la región de Île de France, que incluye la capital, se quedan en un 18%, que se reduce al 9% en París. También obtienen un 18% en Bretaña, y en la zona de Haute Garonne, con capital en Toulouse y un peso mayor de la clase obrera, se queda en un 26% mientras en el conjunto de la región llegan al 33%. El voto al FN es un voto de desesperación, de pequeños propietarios, capas medias y sectores de trabajadores golpeados por el paro.

¿Quién hace el caldo gordo al fascismo?

Pero incluso más importante que las estadísticas sociales y electorales es determinar la responsabilidad política del auge de la ultraderecha. El crecimiento del FN es un reflejo de la descomposición política, social y económica de un sistema capitalista en decadencia. También es parte de un proceso de polarización política que recorre toda Europa. Pero quien activamente hace el juego a la demagogia lepenista es la derecha “democrática”, que en los últimos años ha agitado con cada vez más ahínco la bandera del nacionalismo y el racismo; y la socialdemocracia, que ha asumido plenamente el programa de recortes sociales y de derechos democráticos de la derecha. Si frente a la crisis la solución es mano dura contra la inmigración, más represión y más patriotismo, el FN es el que más consecuentemente puede aplicar este programa.

François Hollande, el presidente elegido para acabar con el legado de Sarkozy, la “gran esperanza” socialdemócrata que iba a unirse a Obama para cambiar Europa y el mundo frente a la desalmada Merkel, ha terminado arrodillado ante el capital y encargándose de aplicar todos los ataques a la clase obrera que el gobierno de la derecha no consiguió culminar. Los 50.000 millones en recortes sociales planteados en tres años, con la excusa de reducir una deuda pública que se acerca al 100% del PIB, pasarán casi íntegramente al bolsillo de los empresarios a través de reducciones en las cotizaciones sociales. Se han ampliado los horarios comerciales, la jornada de 35 horas es un espejismo para la mayoría de trabajadores y se anuncian nuevas reformas laborales, de pensiones y privatizaciones para 2016.

Y no sólo eso, sino que a raíz de los salvajes atentados yihadistas de París, el dúo Valls-Hollande limitó el derecho a reunión, prohibió las manifestaciones y legalizó los registros y detenciones sin orden judicial, aparte de utilizarlo como excusa para incrementar los sangrientos bombardeos en Siria. Todo ello con el vergonzoso voto a favor de los diputados del Frente de Izquierdas, lo que ha introducido todavía más tensiones en el paralizado Frente de Izquierdas. De hecho, en las elecciones regionales no hubo tal frente, presentándose el Parti de Gauche y el PCF por separado en la mayoría de circunscripciones, como parte de diferentes alianzas con socialistas y ecologistas.

¿Qué pasa con la izquierda?

Aunque es difícil, por la diversidad de las alianzas en cada región, establecer una comparación exacta respecto a las elecciones anteriores, la izquierda en su conjunto pierde 2 millones de votos respecto a la primera vuelta de 2010. De ellos al menos 500.000 corresponden al PS, 300.000 al frente de Izquierdas y 300.000 a la izquierda que se reivindica como revolucionaria (Lutte Ouvrière, LO, y NPA) se queda en un raquítico 1,5%. Claramente todos ellos pagan el oportunismo en mayor o menor medida, la sumisión a la política imperialista y la falta de una alternativa revolucionaria. En particular, el PS pasa de gobernar todas las regiones menos una a hacerlo sólo en 5, fruto de su pronunciado giro a la derecha.

Tras una campaña totalmente entregada a los temas preferidos de la derecha y el FN, como la inmigración, la seguridad y el terrorismo, oponiéndole tan solo los principios abstractos de solidaridad mientras se recortan recursos materiales para la integración, en la segunda vuelta la dirección del PS dio una nueva vuelta de tuerca a su fusión con los intereses del gran capital. Ante el peligro de victoria del Frente Nacional en dos regiones, retiraron sus candidatos allí llamando a formar un “frente republicano” cuyo único contenido era apoyar a los candidatos de la derecha. Algo que por supuesto ni siquiera tuvo la contrapartida de que ésta retirara los suyos donde el PS iba en cabeza.

En ambas regiones la movilización para cerrar el paso a las candidatas Le Pen se dejó sentir, aumentando en 10 puntos la participación frente a la primera vuelta. Lo que Hollande ni se plantea es cuánto habría aumentado si la izquierda hubiera presentado un programa de avances sociales y desmontado la demagogia del FN, porque eso supondría renunciar a su política profundamente comprometida con los intereses capitalistas.

Romper con el capitalismo, la mejor defensa contra el peligro fascista

La manera de frenar al Frente Nacional no es unirse a una supuesta “derecha republicana”, nueva versión de la burguesía progresista, que ya ha demostrado en la práctica defender los mismos intereses que Marine Le Pen. De hecho, el candidato de la derecha vencedor en Provence, Estrosi, es un completo reaccionario racista que podría estar perfectamente en el FN.

Si una cosa está clara es que estas elecciones, a pesar de las apariencias, no frenan la profundización de la crisis del capitalismo francés ni la polarización social y política existente. Con un crecimiento raquítico desde hace años (la previsión para 2015 ronda el 1%), un paro que bate récord cada trimestre (3,6 millones, sin contar los trabajadores a tiempo parcial) y nuevos recortes en el horizonte, la perspectiva es un recrudecimiento de las luchas, siguiendo el ejemplo de los transportistas en Bretaña y los trabajadores de Air France, luchas radicalizadas que han contado con un enorme respaldo del resto de la clase trabajadora francesa.

El combate al FN y a toda la derecha exige la denuncia implacable de todos los ataques que sufre la clase obrera francesa, de la política imperialista y la demagogia racista, la coordinación de las luchas en las diferentes empresas y sectores con un programa de choque que recupere derechos y servicios sociales. Como la dirección del PS es incapaz de romper con su política derechista, corresponde al Frente de Izquierdas liderarla, dirigiéndose fraternalmente a la base socialista y formando un polo revolucionario y anticapitalista.


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