La cuestión decisiva es el papel de la clase obrera. Como en la Rusia zarista de hace cien años, la afluencia de inversión extranjera ha fortalecido a la clase obrera y sentó las bases para una erupción tormentosa del movimiento huelguístico. El desarrollo de la industria proporcionó enormes beneficios a los empresarios extranjeros e indonesios, pero paralelamente ha conducido a un empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. El abismo entre ricos y pobres ha alcanzado su punto culminante por la emergencia de entre 20 y 30 familias enormemente ricas que controlan gigantescos negocios, denominados konglomerat. El mayor de ellos pertenece al hijo de Suharto y a uno de sus socios políticos más cercanos. Al mismo tiempo, los salarios de los jóvenes en Indonesia eran de sólo 2-3 dólares al día, a menudo teniendo que desarrollar su trabajo en condiciones peligrosas. Al mismo tiempo, el campesinado sufrió impuestos cada vez más altos y otras cargas administrativas. Cualquier acto de protesta de los trabajadores o campesinos contra los bajos salarios o la corrupción se encontraba con la represión.

El incremento de los precios del combustible, la electricidad y el transporte provocó una oleada de huelgas por toda Indonesia. Miles de trabajadores se declararon en huelga para exigir aumentos salariales. Más de 4.000 obreros participaron en una asamblea frente a dos fábricas de cerámica en Tangerang (Yakarta); otros 1.500 de una empresa maderera en Kerewang, al oeste de Java, se declararon en huelga: “Sabemos con absoluta certeza que la dirección de la empresa ha obtenido enormes beneficios a pesar de la crisis económica, porque nuestros productos se destinan a la exportación, pero nuestros salarios permanecen igual y los productos de primera necesidad se ponen por las nubes” (Agence France Press, 7/5/98).

A través de su propia experiencia, los estudiantes están sacando conclusiones revolucionarias y ven la necesidad de hacer un llamamiento a la clase obrera. Ryass Rasyid, un científico indonesio, dice que las demandas de los estudiantes y los sectores que los apoyan van más allá y ahora quieren la dimisión del Presidente y la convocatoria de una sesión de emergencia de los 1.000 miembros de la Asamblea Consultiva del Pueblo. Según Ryass, las manifestaciones de estudiantes sólo podrían ser paradas por la fuerza militar o con reformas políticas, además añadía una frase muy significativa:

“He presenciado los esfuerzos de los estudiantes pidiendo colaboración a los trabajadores. Por lo tanto es muy urgente que el Gobierno entre en acción para adaptarse a las aspiraciones del pueblo” (Sydney Morning Herald, 7/5/98).

Desde el principio, los trabajadores mostraron su infalible instinto revolucionario para apoyar a los estudiantes. Hay numerosos informes que demuestran cómo los trabajadores participaron en las manifestaciones estudiantiles:

“No es una simple protesta estudiantil, porque implica a la gente normal’, dice un jefe de policía, ‘hay miles de personas enfurecidas tratando de quemar casas. Están quemando neumáticos y volcando coches’. Al menos 20 oficiales resultaron heridos y 59 personas fueron arrestadas el lunes” (Associated Press, 5/5/98).

“En la ciudad de Solo (Java), a 650 kilómetros de Yakarta, unos 5.000 estudiantes participaron, junto a los trabajadores, en los choques con las fuerzas de seguridad y al menos 130 personas resultaron heridas” (Deutsche Presse-Agentur, 8/5/98).

En un artículo en el Straits Times el 3 de mayo, Derwin Pereira destacaba el hecho de que los trabajadores estaban participando en las protestas estudiantiles:

“Miles de estudiantes indonesios participaron en mítines a lo largo y ancho del país contra la decisión de Suharto de excluir reformas políticas en los próximos cinco años”.

“Por primera vez, los trabajadores participaron junto a ellos en varios campus de la capital como ‘muestra de solidaridad’, para demostrar a los estudiantes que no están solos”.

“Abdul Kadir, un obrero, dijo que él y otros 300 trabajadores de una fábrica en Tanggerang, al este de Yakarta, participaron en una manifestación frente a la facultad de medicina invitados por los dirigentes estudiantiles de la universidad”.

“Nuestro objetivo es convertir el movimiento en los suficientemente grande como para presionar al gobierno. No estamos contentos con la situación de Indonesia. El gobierno nos oprime y no nos ayuda. Cada vez más, en mayor número, nos uniremos a la causa de los estudiantes”.

“Los trabajadores llevaban banderas rojas para distinguirse de los estudiantes, que llevan las chaquetas amarillas distintivas de la universidad más importante del país. Junto a los 3.000 estudiantes, creaban una atmósfera típica de carnaval, cantando canciones y consignas políticas pidiendo el fin de Suharto” (The Straits Times, 3/5/98).

La participación de los trabajadores en las protestas estudiantiles es un síntoma de tremenda importancia. Sólo el movimiento revolucionario del proletariado indonesio, unido a la lucha de estudiantes, campesinos y nacionalidades oprimidas, puede impulsar la transformación de la sociedad. La clase obrera indonesia es muy poderosa; una vez organizada para luchar bajo la bandera de la revolución socialista, será una fuerza imparable. Si existiera un genuino partido comunista, ya habría tomado el poder. Sólo la ausencia del factor subjetivo puede evitar que esto ocurra.

El PRD (Partido Comunista indonesio) está atrayendo a los elementos más revolucionarios y decididos de los trabajadores y la juventud. Su heroísmo y dedicación a la causa de los trabajadores está fuera de toda duda, pero para tener éxito el coraje no es suficiente. Son necesarios un programa revolucionario y una perspectiva, pero el programa y la política de la dirección del PRD no coloca en el orden del día la toma del poder por la clase obrera en alianza con los campesinos pobres, sino que busca la salida en la denominada “burguesía progresista”. Por este camino, lo único posible es la derrota. Esa misma política fue la que llevó a la catástrofe de 1965-66, es necesario aprender de las lecciones del pasado para no repetirlas.

En una declaración publicada el 31 de julio de 1997, el PRD afirmaba: “El PRD, como defensor de la soberanía del pueblo, como un partido de los oprimidos, continuará luchando con todas sus fuerzas, habilidad y resistencia por la justicia social, la paz y la democracia. La democracia es el puente que puede conducir a una sociedad más civilizada, reflejando las aspiraciones del pueblo. El PRD cree que ‘la voz del pueblo es la voz de Dios’. En medio de la actual represión, con los dirigentes del PRD encarcelados por el régimen, en medio de la propaganda del régimen, en medio de la hipocresía de los gobiernos extranjeros, el PRD continuará su lucha”. Esto es absolutamente correcto, pero tal demanda debe ser puesta en práctica. Primero es necesario romper con la burguesía y conducir a la clase obrera a la toma del poder. La expropiación de los imperialistas y de aquellos que apoyan a Suharto, es decir, la expropiación de todos los grandes intereses capitalistas en Indonesia, supone una ruptura radical con el capitalismo. Esto nunca será aceptado por la denominada ‘burguesía progresista’, con la que el PRD está aliado. Para poner este programa en práctica, es necesaria una política de independencia de clase. Los aliados que necesita el proletariado tienen que ser aliados en la lucha, no en las palabras. Es decir, los campesinos pobres, los pobres de las ciudades y los estudiantes, no los políticos burgueses que quieren llegar al poder sobre las espaldas de los trabajadores. La lucha por la democracia sólo puede ganarse luchando hasta el final contra el imperialismo y la oligarquía. Eso significa que la clase obrera debe tomar el poder en sus propias manos, expropiar a los terratenientes y capitalistas, y llevar adelante la transformación revolucionaria de la sociedad.

Lo más importante es que los estudiantes, a través de su experiencia en la lucha, están llegando a las conclusiones necesarias. Un informe de Australian Gres Left Weekly (nº 318) cita las palabras de una estudiante: “Akiko describía la atmósfera actual en Yakarta, donde la consigna demokrasi está siendo reemplazada en las calles por la llamada a la revolusi, y ella nos instó a trabajar duro para ayudar a cambiar al gobierno indonesio y liberar a los presos”. La tendencia revolucionaria entre los trabajadores y estudiantes inevitablemente se fortalecerá según se desarrolle el movimiento.

La burguesía trata de confortarse afirmando que las cosas no van a llegar al punto de una embestida revolucionaria, diciendo cosas como que “los pueblos están tranquilos”. Es como si un hombre que se está ahogando tratara de agarrarse a una pajita para salvarse. El impulso revolucionario inevitablemente se trasladará a los pueblos y ciudades. Habrá nuevas manifestaciones y revueltas, no sólo de trabajadores sino también de campesinos. El ambiente de rebelión de los soldados crecerá. Si existiera un partido que estuviera preparado para la toma del poder, ganar al ejercito sería mucho más fácil. Pero como demostró el caso de Albania, incluso sin la existencia de tal partido, si las masas muestran la suficiente determinación y coraje, pueden ganar al ejército en el curso de la lucha. Cada vez más, los soldados comprenden que las masas hablan en serio, que no es una simple revuelta sino un serio intento de transformar la sociedad. Por su parte, los estudiantes han demostrado un profundo instinto al confraternizar con los soldados. Esta situación también se trasladó a la cúpula militar. El yerno de Suharto, el jefe de las tropas de choque, quería aplastar el movimiento, pero otros generales llamaban a la calma. A pesar de esto, los elementos pro Suharto, estaban preparados para utilizar la fuerza. En vísperas de la manifestación de masas del 20 de mayo, las unidades que confraternizaron con los manifestantes fueron retiradas de Yakarta y reemplazadas por unidades de élite.

“El traslado de la unidad demostraba el desacuerdo entre sectores de los oficiales jóvenes sobre cómo manejar las protestas contra el régimen. Están aquellos que saben que caerán junto a la familia Suharto, los que esperan que el ejército pueda dirigir una transición pacífica y, por supuesto, los que ambicionan sucederle” (Sunday Times, 17/5/98).

El periódico El País informaba de un incidente en el que un soldado disparó a los manifestantes y sus propios compañeros le golpearon. En estas condiciones, un choque serio entre las tropas y los manifestantes supondría la ruptura del ejército. Si las masas estuvieran organizadas para tomar el poder, el ejército se rompería en pedazos a la primera prueba.


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