Una gran parte de nuestra prensa del Partido [Socialdemócrata] se encontraba moralmente indignada porque los enemigos de Alemania llevaran a la guerra a las ‘gentes de color y a los salvajes’, negros, sijs y maoríes. Pues bien, esos pueblos desempeñan en la guerra actual aproximadamente el mismo papel que el desempeñado por los proletarios socialistas de los Estado europeos. Y si los maoríes de Nueva Zelanda, según los informes de Reuter, ardían en deseos de dejarse romper la crisma por el rey inglés, demostraban poseer igual conciencia de sus propios intereses que la fracción alemana socialdemócrata, cuando confundía la conservación de la monarquía de los Habsburgo, de Turquía y de los tesoros del Deutsche Bank con la existencia, la libertad y la cultura del pueblo alemán. Pese a todo, existe una gran diferencia; hace una generación los maoríes se dedicaban al canibalismo y no a la teoría marxista.

Rosa Luxemburgo, (La crisis de la socialdemocracia)

“El capitalismo es horror sin fin” decía Lenin, y esta afirmación fue dramáticamente comprobada durante la I Guerra Mundial. La derrota de los Imperios centrales después de cuatro largos años de guerra reaccionaria, arrojó un saldo desconocido de desolación y muerte. Se calcula que más de diez millones de combatiente murieron en las trincheras. En Francia, los muertos rondaron el millón y medio. En Alemania, fueron más de un millón ochocientos mil soldados, a los que añadir más cinco millones de heridos e inválidos. En Austria-Hungría la cifra de muertos se acercó al millón y medio. En Rusia el número fue considerablemente mayor: cinco millones murieron hasta 1920, incluyendo los caídos en dos años de guerra civil e intervención imperialista contra el Estado obrero soviético. La guerra provocó a su vez un colapso de las fuerzas productivas: la producción agrícola en Europa se redujo un 30% y la industrial un 40%.

Rosa Luxemburgo

y la guerra imperialista

La guerra imperialista colocó a las organizaciones obreras ante una prueba de fuego y la II Internacional colapso. Las declaraciones de los congresos internacionales quedaron reducidas a cenizas dejando paso a la defensa patriótica de cada burguesía nacional. El socialpatriotismo, la defensa de la patria envuelta en fraseología socialista, sustituyó a la solidaridad internacionalista proletaria. La responsabilidad de la dirección fue inmensa, especialmente en Alemania donde la socialdemocracia constituía el destacamento más fuerte y mejor organizado de la Internacional.

Frente a esta capitulación vergonzosa, la bandera del socialismo internacionalista fue levantada por un pequeño núcleo de revolucionarios marxistas intransigentes, a cuya cabeza se encontraban Lenin, Trotsky y los bolcheviques rusos, Pannekcoek y el ala izquierda de la socialdemocracia holandesa, los marxistas serbios encabezados por Lapschewitsch y Kazlerowitsch, que en el parlamento de Belgrado se opusieron a los créditos de guerra solicitados por el gobierno; la minoría del Partido Socialista Búlgaro, la minoría del Partido Socialista Italiano y, en Alemania, figuras de la talla de Franz Mehring, Clara Zetkin y, por encima de todos, esos dos grandes mártires del proletariado mundial Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, asesinados por las bandas contrarrevolucionarias dirigidas por el socialdemócrata Noske en enero de 1919.

La denuncia de la capitulación de la II Internacional fue llevada a cabo por este núcleo marxista de internacionalistas en condiciones difíciles y, en la mayoría de los casos, sometidos a una feroz persecución. Lenin escribió numerosos folletos y artículos que tuvieron una gran influencia entre la vanguardia de la época. Pero no fue el único. Rosa Luxemburgo elaboró uno de los trabajos más importantes que el marxismo haya producido sobre la guerra imperialista: La crisis de la socialdemocracia.

Redactado en 1915 mientras estaba en prisión por órdenes del káiser, en él desarrolla una crítica implacable del imperialismo alemán y de la traición que la socialdemocracia realizó en el parlamento, la prensa y, sobre todo, animando a la movilización militar de millones de proletarios, como parte de su colaboración ‘patriota’ con el Estado Mayor y el gran capital alemán.

La crisis de la socialdemocracia, conocido también como Folleto Junius, porque así fue firmado por Rosa Luxemburgo, supuso el primer documento programático de la Liga Espartaquista, el ala marxista de la socialdemocracia durante la guerra, que posteriormente se transformaría en el Partido Comunista Alemán (KPD). En aquel periodo de reacción fue todo un manual para la educación del núcleo de cuadros marxistas y obreros revolucionarios que posteriormente protagonizaría la revolución de los consejos en diciembre de 1918.

La obra que ahora edita la Fundación Federico Engles mantiene toda su vigencia y actualidad por dos razones fundamentales. En primer lugar porque vivimos en una época en el que las intervenciones armadas del imperialismo se han convertido en algo habitual, mostrando el carácter absolutamente convulso de esta fase de la historia del capitalismo. En segundo lugar porque, noventa años después, la actitud de los dirigentes socialdemócratas y ex estalinistas se asemeja como una gota de agua a la mantenida por los líderes de la II Internacional en 1914. La lectura y el estudio de este pedazo sobresaliente de teoría marxista esclarecerá muchos aspectos planteados en la lucha actual por el socialismo y en la estrategia que los revolucionarios deben adoptar ante la guerra imperialista.

Rosa Luxemburgo

La crisis de la socialdemocracia, Fundación Federico Engels

136 páginas · PVP 5 euros.


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